Los guantes no se han ido nunca, es un complemento que acompaña, que da calor, seguridad y sensualidad. Es un accesorio necesario para rematar un conjunto y además, qué tontería, es muy femenino o al menos a servidora, rendida admiradora, así le parece. Bueno, pues los guantes han vuelto porque las pasarelas así lo atestiguan. Una pasarela es como un notario -ahora los notarios andan regulín, pero antes eran buenos partidos- así que una pasarela da fe, aunque las pasarelas ya tampoco son lo que eran. En fin, cosas veredes Mío Cid o Sancho, a elegir, tampoco nos vamos a enfadar por las atribuciones.
Pues prepárense a calzarse los guantes este otoño-invierno. Guantes de todos los tamaños y materiales, aunque ganan puntos los que llegan al codo e incluso a la axila o sobaco, en román paladino. Es bien cierto, que diría un abogado para cogerte en un renuncio, que dadas las tendencias de la temporada que está al llegar, los brazos quedaban un tanto a la intemperie con la que va a caer, porque si el frío se altera como se ha alterado el calor este verano, habrá que estar bien guarecido. Bueno, pues resulta que a los diseñadores les ha dado por la exhibición de las extremidades superiores.
A saber, se llevan los abrigos sin mangas; es decir, un chaleco largo que te puede cubrir hasta las rodillas. Ante la visibilidad de los brazos han llegado los guantes para cubrirlos, bien de piel, como los de Ralph Lauren; de cuero o napa, como los de Aurelia Medina, en blanco y negro, que es un clásico, o en colores pastel, como ese rosa que se impone para cuando bajen las temperaturas. También los veremos en ante, a lo Gilda, como los de Ulises Mérida; y con flecos, como los que presentó Alvarno, ese dúo de diseñadores tan elitista, tan elitista que sólo lo conocen cuatro y mira que los chicos tienen méritos.
La firma italiana Prada también apuesta por los guantes e incluso les da un protagonismo exacerbado. O son tipo jugador de rugby, pero cocodrilo o pitón o llegan hasta las axilas, cubriendo prácticamente todo el brazo; los franceses siempre fueron más de guantes al codo. En esto son más comedidos, aunque, sinceramente, para hacer la escena de Gilda son mucho más prácticos. A los sones de la sensual «Put the blame on mame», Margarita Carmen Cansino, Rita Hayworth en el siglo, se iba despojando no sólo del guante, sino de una serie de convencionalismos que la tenían a expensas de un Glenn Ford pusilánime hasta que le arreó el famoso guantazo.
Los guantes han dado mucho que hablar. No sólo era adicta a ellos Jackie Kennedy, tanto en verano como en invierno, sino que una figura tan destacada de la historia de Inglaterra como Ana Bolena llegó a ponerlos de moda. Dicen las crónica que era el «glamour» personificado, que llamaba la atención por su esmerado vestuario, en el que siempre predominaban los vestidos con mangas muy largas. Era su manera de ocultar que en una de sus manos tenía seis dedos, hasta que descubrió que podía dismular mejor ese defecto usando guantes.
Y claro, los puso de moda. Parece que siempre tiene que haber alguien que dé el pistoletazo de salida para que una tendencia arraigue cada temporada. Ahora dicen que son las egoblogueras las que llevan la voz cantante, pero todavía son las actrices, las modelos, en fin, las mujeres de mundo, las que arrastran al resto a la hora de dar carta de naturaleza a una moda. Habrá que ir a Guantería Pino, un clásico en Sevilla o acordarnos de Loewe y aquellos guantes negros con su logotipo bordado en hilo del mismo color a lo largo de la mano. ¿Volverán como las oscuras golondrinas? Ojalá.