Se ha escrito y se seguirá escribiendo tanto de Coco Chanel que a veces nos ocurre como en el juego de pronunciar una palabra y que vaya corriendo de oído en oído de los participantes. El resultado final nada tiene que ver con el principio. La palabra es otra o está trabucada. Hay una Coco pérfida, negrera, altanera, insoportable y una Coco diligente, emprendedora, amiga de sus amigos, mecenas y líder para sus empleados. Cuando no una Coco espía, lesbiana y deslenguada.
El 19 de agosto de 1883 nacía en Saumur, Francia, la que sería una auténtica revolucionaria de las modas y los modos del siglo XX y la que dejaría un legado que se mantiene intacto. Decir Chanel es decir lujo, distinción y alto poder adquisitivo. Su vida sería intensa, envidiada y envidiable, pero murió sola el 10 de enero de 1971 en el Hotel Ritz de París. De todos los libros que me he leído sobre su figura me quedo con «El aire de Chanel» de su amigo Paul Morand, una larga entrevista donde se revela la idiosincrasia de la inefable Gabrielle.
“La soledad me da horror y vivo en una soledad total. Pagaría por no estar sola”. «Detesto rebajarme, doblegarme, humillarme». «Los orgullosos sólo conocen un bien supremo: la libertad», son algunas de las frases salidas de su magín que recoge la obra. Para Coco: “Hay que hablar de la moda con entusiasmo, pero sin exagerar; y sobre todo sin poesía, sin literatura. Un vestido no es ni una tragedia ni un cuadro; es una encantadora y efímera creación, no una obra de arte eterna. La moda tiene que morir, y deprisa, para que el comercio pueda vivir».
«La moda tiene sentido en el tiempo pero no en el espacio. Más que el hombre de Estado, el gran modista ha de tener una gran visión de futuro. Lo barato sólo puede salir de lo caro y para que haya una baja costura hace falta que haya habido antes una alta; la cantidad no es la calidad multiplicada, su esencia es diferente. Impuse el negro y todavía reina, ya que el negro echa todo por tierra. Admiro profundamente a quien sabe coser: yo nunca he sabido; me pincho los dedos».
«Empecé con una media docena de empleadas. He llegado a tener hasta 3.500. Siempre he pagado a mis empleadas más que en otros sitio, porque sé lo que es trabajar. Madame Lanvin incluso me acusó de sublevar a sus trabajadoras y quiso demandarme. Organicé colonias de vacaciones en Mimizan, en Las Landas. Se construyó un complejo para unas trescientas o cuatrocientas mujeres. Tenían vacaciones pagadas». He aquí su testimonio de empresaria ejemplar. Habría que contrastar la información.
Coco era una gran lectora y decía que los libros eran sus grandes amigos. «Así como la radio es una caja de mentiras, cada libro es un tesoro. Hasta el libro más malo tiene siempre algo que decir, alguna verdad. Hasta las novelas más estúpidas son monumentos de experiencia humana. He aprendido a vivir en las novelas. Si tuviera hijas, les daría por toda instrucción, novelas». Claro que también añadía: «Me encanta criticar; el día que deje de criticar, la vida se habrá acabado para mí”.
2 comentarios
Buenas tardes, María José. Es un honor que leas mi blog telademoda. Coco Chanel es de los personajes que me interesan, porque realmente se hizo a sí misma. Le echó voluntad, arrestos y una inteligencia natural que le permitió, como tú bien escribes, que hoy su nombre sea sinónimo de lujo.
Subió desde lo más bajo y fue inteligente y muy trabajadora. Exigente con los demás porque lo fue consigo misma. Grande, Coco. Parece mentira que con la pobreza y miseria que vivió en su infancia, hoy su nombre sea sinónimo de lujo.
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