Es de El Tardón, un barrio sevillano que ha dado un buen plantel de artistas y políticos, en cuya lista ya puede figurar por derecho propio Javier Menacho, @javier.menacho. Lleva catorce años dedicado a la artesanía en piel, luchando contra no pocos vientos y mareas. Ni su familia creía que algún día pudiera ganarse la vida con su pasión. Una pasión que se le desborda cuando habla de un oficio que ya ha empezado a darle días de gloria. María Grazia Chiuri lo visitó en su taller de Castilblanco de los Arroyos y fue uno de los artesanos andaluces elegidos por el dedo de Dior para el desfile de la Plaza de España.
Quiso entrar en la Real Escuela Ecuestre de Jerez para ser jinete, pero en su camino se cruzó el centro Formades de El Rocío (Huelva). «Me llamaron para hacer el curso de guarnicionaría tradicional y desde que empecé tuve fijación por los bolsos; es un campo más amplio y creativo. Cinco años después, mi maestro, Joaquín Calderón, al que le sigo preguntando dudas, me dijo que le había echado la pata. Constancia no me ha faltado ni ganas de aprender. Cada día se aprende algo nuevo, aunque cada día también le doy las gracias a mi maestro. Aplico la guarnicionaría a la marroquinería, pero veo un bolso y en lo que más me fijo es en su desglose».
«Por ejemplo, el Kelly de Hermès. Me interesa su estructura trapezoidal y si se ha mantenido durante tanto tiempo, por algo será. No obstante, en la actualidad, los mejores bolsos son los de la firma francesa Moynat @moynat, por sus formas, montajes y lo prácticos que son. Un bolso tiene que ser bello y útil y si no, ¿para qué el bolso? Yo lo comparo con los zapatos. Si el diseño es bueno, pero hacen daño a los pies…» Me cuenta que cose con aguja aunque sin dedal y que el trabajo tiene que ser primoroso tanto por el derecho como por el revés. «Hoy todo es abaratar costes. Al bolso se le pone un forro por detrás y a correr».
Javier Menacho vende en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla, en el Marbella Club y a través de la red social Instagram @javier.menacho. «La mayoría de mi clientela tiene a partir de cuarenta años. Son aquéllas personas que se han dado cuenta que lo importante no es la marca, sino la calidad del producto. Suelen ser extranjeros, porque valoran la artesanía y prestan mucha atención cuando les cuento las puntadas que doy a cada bolso. También tengo clientes nacionales, a los que les enseño, bien por vídeo o en mi taller, el proceso de su pieza. Algunos me orientan para el diseño, acabado, color… Mis bolsos repujados están inspirados en la esencia de la historia de Sevilla, mi ciudad, de la que estoy enamorado».
«La ayuda a la artesanía es relativa, cuando es una de nuestras señas de identidad. En el reinado de Carlos V exportamos algunas de nuestras formas de trabajar. Llevamos el cuero repujado a los Países Bajos, a Francia y a Holanda. Es verdad que entonces nos faltaba el gusto que tenía, por ejemplo, Italia, pionera en estética, pero en España está una de las mejores curtidurías de Europa. La artesanía de calidad debería estar más protegida. No hay una formación reglada con unos objetivos claros. En la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla no existen cursos relacionados con la piel; en la Universidad de Bellas Artes de Córdoba, sí, un curso de repujado. Yo estoy enseñando el oficio a una alumna para ampliar la productividad, porque quiero artesanía, mano de obra, no máquinas».
Su profesionalidad ha cruzado fronteras y a finales de febrero la directora creativa de Dior, Maria Grazia Chiuri, se presentó en su taller de Castilblanco de los Arroyos con una parte de su equipo y artesanos de Florencia. «Le hablé de mis técnicas y ella se fijó en el moteado de una montura vaquera. Y ese motivo fue el que llevaron los dos bolsos, el «saddle» y el «Lady Dior», que desfilaron en la colección Crucero 2023, exhibida en la Plaza de España. Lo dejé todo para dedicarme a este encargo. Los hice en diez días con una media diaria de 15 horas, sábado y domingo incluidos». Sin llegar a preguntarle por los emolumentos, me dice que ha quedado contento. «Valoraron mi trabajo y sobre todo mis ideas, algo insólito aquí en España».
Javier Menacho, que a pesar de su juventud tiene ya tres hijos (los dos mayores le ayudan incluso a enhebrar las agujas) es cauto a la hora de hacer balance sobre su participación en el desfile de Dior. «Cuando pase un año, hablamos. Hay que seguir trabajando y Dior es un cliente más, aunque aún no me creo que me eligieran, junto a otros artesanos, para este acontecimiento». Mientras, me cuenta que las costuras delatan cuándo un bolso no es artesano y que para preservarlo hay que cuidar la piel, sobre todo en los cambios bruscos de temperatura. «Los podemos limpiar con la famosa crema Nivea y si no tenemos, con leche de almendras». Y me lo explica con tanta pasión, porque Javier Menacho no hace lo que quiere; quiere lo que hace.