ANTONIO JULIÁ, VEINTE AÑOS AL FRENTE DE LA ENFERMERÍA ESTÉTICA

por Clara Guzmán

«Tu cara es un lienzo que puedes pintar con brocha gorda o pincel fino. Los profesionales de la estética estamos para evitar riesgos en la salud y para asesorar. Yo aconsejo a mis pacientes que empiecen por tratamientos preventivos, como la nutricosmética». Nos lo cuenta el enfermero gaditano Antonio Juliá, un profesional de reconocida solvencia, para quien salud y belleza deben ir a compás. Fundador y propietario de la Clínica Integral Cádiz, de la calle Santa Cruz de Tenerife, además de creador, a instancias del Consejo General de Enfermería, del máster universitario en enfermería estética. Tras trabajar para varias academias privadas, después del confinamiento abrió la suya propia, Nurson. Hoy en día cuenta con dos en Madrid y la tercera en Sevilla, ubicada en la calle Tetuán, esquina Muñoz Olivé, donde los alumnos se forman practicando con modelos reales.

En la actualidad, la enfermería estética es una especialidad en auge. Pero el camino no ha sido fácil, como nos cuenta Antonio Juliá. «Soy enfermero desde el año 2000, pero dos años después compatibilicé mi trabajo en la UCI de distintos hospitales sevillanos con la estética. Trabajaba con dos cirujanos plásticos de Cádiz. Delegaban en mí toda la parte estética que no fuera la cirugía, pero no me compensaba económicamente, así que decidí independizarme y monté mi consulta. Sabía que los médicos de estética se me iban a echar encima, como así fue. Me llegaron inspecciones de Sanidad que nunca acabaron en nada porque mi clínica sigue abierta. Me ampara la ley. El artículo 79 de la Ley del Medicamento dice que los enfermeros pueden usar, prescribir, administrar y autorizar la dispensación de productos sanitarios de manera autónoma».

«Somos competencia leal con la medicina estética, sin embargo, existe el intrusismo, que tiene su base en una cuestión económica. A la esteticista le da caché decir que hace los labios, que pone botox, pero si la clienta tiene en su gabinete un shock anafiláctico; es decir, una reacción alérgica extremadamente grave, tienen que llamar a una ambulancia, mientras que nosotros la resolvemos in situ. La gente confunde centro de estética con clínica de estética. La licencia para abrir una clínica te la da la Consejería de Salud de cada comunidad autónoma; la del centro de estética, el Ayuntamiento. La primera alarma para el cliente debe ser el precio sumamente barato de cualquier retoque y la segunda, la profesionalidad de quien esté al frente del centro, por lo que habría que pedirle su titulación».

Antonio Juliá dice que a la hora de hacer retoques se inclina por una línea sutil y evita ese patrón de belleza extendido en todo el mundo y que ha llegado a normalizarse. Lo que popularmente se denominan señoras clónicas después de «retocarse». «Son, sobretodo, mujeres obsesionadas por mantenerse jóvenes. De todas formas, las redes sociales tienen mucha culpa. Dan una imagen irreal debido a los filtros, provocando el aumento de la dismorfia, una patología severa, mediante la cual el paciente sólo ve defectos en su cuerpo. Es el caso de la anoréxica que pesa 40 kilos y se siente obesa. Mirarse al espejo condiciona tu actitud ante la vida y no tener un estigma te da seguridad. Nosotros mejoramos la autoestima a través de la belleza, porque la inseguridad te hace ser débil y afecta a tu personalidad»

Le pregunto si se puede ser natural después de los retoques. «Yo me he hecho retoques, sobre todo me he puesto vitaminas, pero muy suaves y una vez al año. Aconsejo que se vaya poco a poco con tratamientos preventivos, aparatología, bioestimuladores de colágeno, magnesio, la nutricosmética, que mejora el intercambio nutricional celular. Todo con moderación. Soy de los que asesora y frena a los impulsivos. Por ejemplo, a quien quiere ponerse labios, le pongo vitaminas. Los desastres y negligencias suelen ser de clínicas de medicina estética. Es verdad que todo es mejorable en una sociedad que cada día busca más la belleza, pero no es lógico que una niña de 16 años empiece a hacerse retoques. Muchas de ellas, hijas de madres consumidoras de estética. Los hombres también se han apuntado a esta moda, pero en un menor porcentaje».

Antonio Juliá, apasionado de su profesión, es un pionero en muchas facetas. Por ejemplo, en la micropigmentación de la areola en las pacientes con cáncer de mama, que ahora, gracias a la aprobación en el Congreso de los Diputados, se realiza en la Seguridad Social. Pero también fue precursor en utilizar la ecografía facial, «porque aporta seguridad al paciente y al profesional. La cara está repleta de arterias y nervios y cada raza es diferente. Mi lema es: donde tú imaginas, yo veo». Dice que hoy en día la credibilidad te la dan las críticas que aparecen en Google y que los perfiles de las redes sociales son los escaparates para que la gente vea tu trabajo y a qué tipo de publico te diriges. A la par, Antonio Juliá, siempre en lucha por su oficio, forma nuevas hornadas de enfermeros estéticos en sus academias Nurson.