Loewe rinde homenaje a la fotógrafa Lillian Bassman

por Clara Guzmán

 

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Fotos: Fundación Loewe e Internet

 

Hasta el 31 de agosto permanecerá abierta en la sede de Loewe de Madrid, calle Serrano 26, la exposición «Pinceladas» con  la que la firma del lujo por antonomasia de España quiere rendir homenaje a Lillian Bassman, una de las fotógrafas de moda más importantes del pasado siglo. La muestra, que se engloba dentro de la XVII edición de PhotoEspaña, viajará después a la Galería Loewe de Barcelona, donde se podrá contemplar desde el 8 de septiembre al 9 de noviembre. Lilian Bassman murió el 13 de febrero de 2012, a los 94 años de edad, dejando tras de sí una larga y fructífera vida dedicada a la fotografía de moda.

 

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Pero, ¿quién era Lillian Bassman? Hija de emigrantes rusos judíos, nació en Nueva York el 15 de junio de 1917. Y aunque resulte chocante, cuando sólo contaba quince años de edad, y con el consentimiento de sus padres, se fue a vivir con Paul Himmel, un joven de 18, fotógrafo y futuro psicoterapeuta. Pero lo mejor de esta historia y según leo en El País, es que la pareja no se separaría hasta el fallecimiento de éste, en 2009, después de 71 años de matrimonio y tres hijos. Bassman revolucionó la fotografía de moda, al «retratar» a las modelos como si pintara «vaporosos» lienzos, imprimiendo un sello muy femenino a cada obra en blanco y negro.

 

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“Soy un ojo de mujer para los sentimientos más íntimos de las mujeres”, era su frase más habitual. «Mi objetivo no es eliminar imperfecciones, es ser pictórico y crear una atmósfera”, añadía esta artista que entró en 1941 en la revista Harper’s Bazaar de la mano de Alexey Brodovitch, el todopoderoso director de arte. Al principio fue becaria hasta que un día se hartó de no estar remunerada y dijo que sin sueldo no había trabajo. Una manera efectiva, en su caso, de dignificar el oficio. Como sabían de su talento, aceptaron sus condiciones  y la contrataron.

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Pero a Lillian Bassman le debemos también su olfato para descubrir artistas entre los aprendices que velaban sus armas en Harper’s Bazaar, como Richard Avedon, Arnold Newman o Louis Faurer. La pintura y la danza eran sus otras pasiones, pero su manera de interpretar la fotografía de moda ha quedado para la posteridad. No obstante, no todo fue un camino de rosas en el egocéntrico mundo de la moda. Las rosas también tienen sus espinas.

 

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Cuentan que la famosa Carmel Snow, famosa, entre otras razones por bautizar la colección que marcaría a Christian Dior con el nombre de «New Look», le soló a bocajarro: “No te he traído a París para hacer arte”. Snow era entonces editora de Harper’s Bazaar  y para que no hubiera equívocos añadió: “Te traje aquí para fotografiar botones y lazos”. Dicen que fue la incomprensión de su manera de trabajar la que la apartó de la fotografía de moda.

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Dejó de llevar la batuta en las sesiones y, por tanto, de tener el poder necesario para dar vida a los reportajes, condición esencial para un fotógrafo.  Sin embargo, nunca abandonó la fotografía. En sus últimos años sus modelos eran hombres que hacían culturismo en la playa. Pero en la década de los noventa volvió a la moda y su figura fue relanzada, sobre todo en Europa, donde protagonizó  varias exposiciones. Su último encargo fue para Vogue, en el 2004. Contaba entonces 86 años de edad.

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