Hacer una colección cada seis meses no digo que sea un martirio chino, pero casi. Claro que si a ello le unen la colección Crucero o una cápsula con un famoso, entonces es la extenuación y el ataque de nervios. No me extraña que más de un diseñador haya tirado la toalla y se haya retirado a sus aposentos personales, no a los de su empresa. Y además, de vez en cuando, las musas se toman vacaciones. Y entonces…
Y entonces ocurre como le ha pasado a Salvatore Ferragamo con su colección de Primavera-verano 2017, que se ha echado flores. Porque las flores son siempre o casi siempre lo más socorrido cuando se consagra la estación más esperada del año. Que a veces sale redonda, porque el estampado es chispeante, distinto o pone una pica en Flandes en el panorama del diseño. Pero otras, las flores salen marchitas.
La nota de Prensa dice que las flores destacan por sus colores vibrantes, llenos de energía, como el amarillo, el verde o el azul cerúleo que, gracias a su fluidez y movimiento, crean una atmósfera de ensueño. Siempre he dicho que las notas de Prensa son punto y aparte, un trabajo que suele hacer un periodista y que en muchas ocasiones tiene que echarle imaginación a raudales y oficio, mucho oficio.
Personalmente, la colección me parece correcta, pero a la firma italiana Salvatore Ferragamo hay que exigirle más, sobre todo porque los precios de sus prendas nos ponen difícil ser condescendientes. Los diseños llevan estampadas la flor del viento que conserva intactos sus pétalos, esas que florecen en los jardines más exquisitos de Italia y subrayan el «Esplendor de la vida», la razón de ser de Salvatore Ferragamo.