Con tanto brillo y tan poco esplendor, para qué negarlo, nos habíamos olvidado que en la moda y en otros sectores de la sociedad existe lo «chic». Lo «chic», ese término francés opuesto al americano «glamour», que es lo elegante, lo distinguido y por extensión, lo artístico, lo cultural. La exposición del fotógrafo Erwin Blumenfeld nos lo ha venido a recordar.
Hasta el 10 de enero del próximo año, el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) en la calle Madre de Dios, 1/3, exhibe una muestra de sus fotos en color «Lujo, calma y voluptuosidad», así como un documental realizado por su nieto Remy Blumenfeld titulado: «The Man Who Shot Beautiful Women». Y todo gratis, para los que se quejan de que están tasando la cultura.
Pero, ¿quién era Erwin Blumenfeld? Erwin Blumenfeld era un señor con una vida muy intensa, en todos los ámbitos, muy alejada de esa de ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Lo constata su trayectoria y lo reafirma ese prolijo e interesante documental, que sería mucho más apasionante si el aire acondicionado del Cicus no estuviera puesto al máximo (¿?).
Erwin Blumenfeld era un judío nacido en Berlín en 1897, que trabajó en el París dadaísta y surrealista y luego triunfó en Estados Unidos de fotógrafo de moda, el mejor pagado del momento, en las publicaciones más señeras, por ejemplo, en la emblemática Vogue. Este es el resumen de una vida llena de vicisitudes propias y ajenas, pero con un fin: dejar un legado de belleza a la posteridad.
Porque Erwin Blumenfeld, al que le obsesionaba el paso del tiempo, sobre todo el suyo, le dio un vuelco a la foto de moda. Llevó la distinción parisina al Nuevo Continente. La mujer era belleza, pero también personalidad y carácter, sin esquivar la sensualidad. Eran unas fotos que buscaban y encontraban la psicología del retratado, con un aire tan nuevo que hoy todavía palpitan.
Hizo campañas de publicidad para Elizabeth Arden y Helena Rubistein. Para su objetivo posaron desde Grace Kelly a Audrey Hepburn, Bette Davis o Lucille Ball. Pero no busquen el brillo de las estrellas en sus fotografías. No lo van a encontrar. En esta exposición se van a dar de bruces con la paz y la armonía que proporciona la belleza.