Para Audrey con amor

por Clara Guzmán

 

Telademoda

 

Hijo de una familia noble que intentó por todos los medios que estudiara leyes, sin conseguirlo, claro, Hubert de Givenchy fue el gran artífice de que Audrey Hepburn diera un giro a su imagen y se convirtiera en su musa, en su amiga, en su confidente. Hoy, cuando el modista cuenta con 89 lúcidos años, acaba de inaugurar en el Museo Municipal de La Haya (Holanda) una retrospectiva de su obra bajo el título «Para Audrey con amor».

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Cuentan las crónicas que Edda Hepburn van Heemstra, o sea, Audrey Hepburn, llamó un día a la puerta del taller de Hubert de Givenchy, en la calle Alfred de Vigni, y que su vida cambió. Era el año 1953 y aquella promesa de Hollywood, nacida en Bruselas y ejercitada en la danza en Londres, iba a sufrir una armoniosa transformación. Givenchy iba a ser su «pigmalión». «Audrey fue mi amor platónico», ha reconocido ahora.

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Fue un encuentro determinante en sus vidas, aunque Givenchy, cuando le anunciaron la llegada al taller de la actriz, pensó encontrarse con otra Hepburn, Katharine. Pero allí estaba Audrey, la pionera en llevar el «chic» a la gran pantalla. El «chic», ese término francés que significa elegancia, delicadeza, distinción, frente al de «glamour»,brillo, voluptuosidad,exuberancia, que por entonces abanderaban las actrices de Hollywood.

 

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Por eso, en la exposición «Para Audrey con amor», que se exhibirá hasta el 26 de marzo, encontramos tanta moda en singular, la que perdura, la que no muere. Givenchy empezó a vestir a Audrey para la película «Sabrina», de Billy Wilder, y salvo, la «infidelidad» que tuvo la actriz en la cinta «Dos en la carretera» , de  Stanley Donen, vistiendo de Paco Rabanne y Mary Quant, siempre tuvo al modista como su creador de cabecera.

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Los dos habían nacido en buena cuna, los dos eran elegantes sin ostentación (Givenchy aún a su edad es muy distinguido), porque esa es la auténtica elegancia. Así que la muestra rezuma exquisitez. Allí se puede contemplar el vestido negro de «Desayuno con diamantes», terciopelos, plumas, bordados, sedas e incluso joyas, protagonistas de un centenar de trajes que transmiten la gran belleza externa e interna de la actriz.

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En la exposición también encontramos los bocetos y diseños más originales del modista, pero también los dos trajes de novia que le hizo a Audrey.  El primero, corto y con falda de vuelo para su boda en 1954 con el actor Mel Ferrer; y el rosa, con pañuelo a juego, para su enlace con el psiquiatra italiano Andrea Dotti, en 1969. La recaudación de la muestra se destinará a Unicef, donde la actriz fue embajadora de buena voluntad.

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