EL BAÑADOR TIENE SU HISTORIA

por Clara Guzmán

La colección de baño para este inquietante verano 2020 de Tommy Hilfiger (es.tommy.com) me ha parecido perfecta para tirar del hilo de la historia y plantarnos en ese momento en que se creó el bañador. Nuestros antepasados no se podían ni imaginar que en el siglo XXI los trajes de baño para hombres y mujeres se realizarían con telas sostenibles, una vez concienciadas las marcas de que hay que dejar respirar un poco al planeta y no insistir en ser la moda la segunda industria más contaminante detrás del petróleo.

Tommy Hilfiger se ha apuntado un tanto en ese aspecto con su colección de baño, donde también se incluye poliéster reciclado. Incide en sus clásicos rojo, blanco y azul marino, los colores insignias del diseñador neoyorkino con raíces irlandesas, a los que inyecta energía con matices vibrantes y motivos llamativos; o sea, estampados geométricos y hawaianos «vintages». Hoy podemos traer a telademoda algunos de los diseños gracias a que los médicos levantaron la veda.

Sí, en el siglo XIX, fueron ellos los que anunciaron a bombo y platillo que los aires del mar eran muy beneficiosos para la salud. Entonces las playas se llenaron. Se llenaron de gente pudiente, que era la que podía permitirse esas actividades. Ser pudiente se medía por la cantidad de tiempo libre disponible. Ya saben… Al principio, la gente se echaba al mar o hacía la bolsa de té, lo que viene a ser entrar y salir del agua sin moverse del sitio y el mismo tiempo en que se hace una infusión. Y todo esto, con lo puesto.

Es decir, no había una indumentaria específica para lanzarse a las aguas marinas. Pero, claro, los inconvenientes eran muchos. Para la moral imperante, que imperaba mucho, el agua marcaba las formas femeninas. Pero si nos atenemos al aspecto práctico, el tejido, cuando se mojaba, pesaba más que un mal matrimonio. Así que los industriales vieron el filón, que son los que lo tienen que ver, y pusieron en el mercado los primeros trajes de baño femeninos.

Eran túnicas con cuello, mangas y cinturón, acompañadas de bombachos a juego e incluso medias negras, corsés y fajas de goma para las más recatadas. O sea, todo un arsenal textil para pegarse un remojón. Nadar, nadar, lo que se dice nadar, sabían cuatro. En el año 2012, el Museo del Traje de Madrid exhibió la muestra «Trajes de baño y exposición corporal», donde había piezas traídas del resto de Europa y de los Estados Unidos.

Todas estaban cortadas por el mismo patrón. No se crean que sólo era en España donde andábamos con remilgos y se excomulgaba al personal por salirse de las normas indumentarias establecidas. El siglo XX se inicia con un desprendimiento de ropas. Las mujeres abandonan las faldas largas y los corsés y empiezan a utilizar «bloomers», unos pantalones bombachos ideados por la feminista estadounidense Amelia Bloomer.

Las mangas, afortunadamente, eran cada vez más cortas, los escotes del vestido de baño se pronunciaron y ellas descubrieron que había un calzado de goma. El equipo era completísimo. O sea, no faltaba un perejil. La firma Jantzen diseña el primer bañador femenino en tejido elástico en 1920. La cuestión moral y la idea de que el sol estropeaba la piel y la hacía asemejarse a la de los campesinos, surcadas de arrugas por trabajar a destajo, impidió que el cuerpo se abriera al mundo. Hasta que llegó Coco Chanel.

Sus revolucionarias ideas, también en este sentido, permitieron que la gente empezara a ver saludable una piel expuesta al sol, sin excederse. Coincide en el tiempo con la modernización del bañador femenino, dándole toques deportivos. En 1928 se lanza la primera colección de bañadores de punto pegados al cuerpo, como los masculinos. En 1935 se fabrica en Estados Unidos el primer bañador de dos piezas. Cinco años más tarde, las actrices de Hollywood se exhiben en bañadores semielásticos, cortados en la cintura, formando el antecesor del bikini.

Pero no fue hasta 1946 cuando el francés Louis Réard presenta en su colección un bañador femenino “dos piezas”, tan explosivo para el momento que se bautiza con el nombre de «Bikini», el atolón donde los americanos realizaban experimentos atómicos. Claro que el auténtico esplendor del bikini no llegaría hasta finales de los sesenta y principios de los setenta en sitios de moral más relajada como Francia. Ahora, en el siglo XXI, hay lugares donde las mujeres se bañan con burka; en otros, desnudas, mientras que la industria de la moda, con diseñadores como Tommy Hilfiger, se esmera en lanzar bañadores que no dañen al planeta. La vida misma.

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