El 5 de Chanel no es el perfume de la Casa que más me gusta, pero hay que reconocer que es el talismán y el que ha marcado la senda de las esencias de lujo. Y precisamente la marcó cuando el mundo empezaba a despertar de la pesadilla de la II Guerra Mundial. Los soldados americanos compraban en París (hay quien dice que eran muestras regaladas) un frasquito para sus novias, porque los perfumes, dice la Biblia, regocijan el corazón. Y Coco Chanel quiso desde el primer momento «un perfume de mujer que oliese a mujer». Un perfume nunca visto ni olido. Y nació el número 5. Pero ahora aparece Eau Premiére, que es lo mismo, pero no es igual. Es una interpretación olfativa de la «nariz» de Chanel, Jacques Polge, firmada en el año 2008.
Sin abdicar de los códigos legendarios del nº 5, la esencia sigue «navegando» en el sobrio pero elegante frasco de cristal coronado por un cabujón tallado a imagen y semejanza de un diamante, inspirado en la geometría de la Place Vendôme, que ahora también está disponible en el cómodo vaporizador. Eau Premiére no pierde nada de su aureola femenina. El bouqué floral atrapa desde el principio, arropado por la voluptuosidad del ylang-ylang y la delicada armonía del absoluto de jazmín y de la rosa de mayo, que acentúan la untuosidad de la vainilla y de las notas almizcladas. El número 5 de Chanel sigue siendo de diez, incluso en su nueva versión.