Dar en el blanco en la alfombra roja

 

 

 No, no me lo he sacado de la manga. Las estrellas de Hollywood empezaron a desfilar por la alfombra roja de blanco impoluto. De ese blanco cuya principal cualidad era reflejar los focos y que sentaba de maravillas a las rubias. Eran los años treinta, cuando la Meca del cine empezaba a brillar con luz propia, alumbrada también por la industria de la moda. Rubia es Gwyneth Paltrow y ha dejado boquiabierto al mundo con su deslumbrante vestido blanco de Tom Ford en la  reciente ceremonia de los Oscar.

 

 

 

Vamos por partes. Chanel, después de crear su ya clásico vestido negro, tuvo la genial idea de lanzar una serie de trajes de noche blancos. Hollywood bullía y vio la posibilidad de embutir a sus divas en unos diseños que resaltarían sus cualidades físicas; ¿las otras? quedarían para la gran pantalla. Y entonces llegó Madeleine Vionnet y mandó parar con su corte al bies que alcanzaba el súmmum en tejidos como la seda blanca.

 

 

 

 

El resultado fue un brillante vestido que parecía cosido directamente sobre la modelo; se pegaba a la piel y sólo podía retirarse con la ayuda de una plancha. Con este diseño se realzaba mucho más el «sex-appeal» de la actriz, un término que empezó a utilizarse en la década de los treinta y que venía a significar que aquellas señoras ostentaban, por méritos propios y algún retoque ajeno, un halo de glamour vetado al resto de las mortales.

 

 

Es curioso, pero Tom Ford, el autor del magnífico vestido blanco y capa a juego que ha lucido Gwyneth Paltrow, tiene mucho que ver con su antepasada en el oficio, la francesa Madelaine Vionnet. Cuentan las crónicas que el  creador americano presentó hace unos días en Londres, con extremado sigilo, su colección de espaldas a los medios de comunicación, que al paso que vamos se llamarán de «descomunicación». Ahora ya nadie quiere salir en «los papeles» a pecho descubierto.

 

 

 

 

Ford alega que es para evitar que  copien sus creaciones esos «buitres» que merodean siempre buscando la carnaza. Realmente, las ideas andan escasas y una idea es hoy en día  una mina de oro. Otros, apuntan a que son estrategias de marketing para luego dar la campanada en la entrega de los Oscar. El caso es que  Madelaine Vionnet, la autora de aquellos vestidos blancos y radiantes con los que se exhibían las primeras divas del cine, era igual. Ya en 1918 se prohibía a los periodistas llevar a los desfiles de moda cámaras de fotos e incluso bloc de notas donde podían dibujar bocetos. Ocurrió en Zurich, en la presentación de distintas firmas francesas.

 

 

 

Una prueba más de que el miedo a la copia fue inherente al creador desde los albores de la moda. Además, debido a la gran cantidad de compradores y periodistas de moda de todo el mundo que viajaba a París para obtener información sobre las últimas tendencias, ocho años antes se había fundado la Chambre Syndicale de la Couture Parisiense, cuyo objetivo era controlar la programación de colecciones  y evitar la proliferación de mercancía no autorizada y de imitación. Para curarse en salud, Madelaine Vionnet tomaba fotos de sus modelos con un número de referencia,  además de dejar su huella impresa en la etiqueta del vestido. Hoy, Tom Ford ha dejado su huella blanca en la alfombra roja.