Colores. Marrón

por Clara Guzmán

 

Telademoda

Fotos: Efe, Reuters y De la Fuente

Dicen que es el color del otoño, pero también de lo árido, el barro, la miseria y lo austero. Es el color carmelita, forjado a base de abstinencias de todo tipo y condición. Pero, a veces, los colores sorprenden en función de quién los maneje. Cristóbal Balenciaga, el más grande de nuestros creadores patrios, lo mezclaba con el negro, color solemne, y hacía obras de arte. El marrón, ahora llamado chocolate para endulzar, ha sido a lo largo de la historia una especie de pariente pobre cromático. Debe ser por eso que nadie quiere que le caiga uno en todo lo alto.

 

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Armani se inclina por los marrones cobre y Valentino lo devolvió recientemente a la pasarela en su colección de otoño-invierno del año pasado, pero Máxima de los Países Bajos, que nunca es una isla mínima, lo lució no hace mucho, combinado con rojo, mezcla que hasta no hace mucho era rechazada por los puristas del colorido. El conjunto no era de los que dan que hablar, pero sobre gustos… Vicente Verdú, sociólogo informado, escribía: «El marrón fue el color publicitario de los coches a comienzos de la crisis y el blanco roto es ahora la coartada frente a la sucia corrupción».

 

«El color blanco retrata además la anemia, el paro, la deflación mientras el marrón comprendía señorialmente una pila de colores quemándose hacia un porvenir mejor». Eso escribía Verdú, pero es curioso que el marrón es un color proscrito para los ingleses. Una vez leí que un  dandi preguntó al portero de un exquisito club londinense si había visto entrar a un caballero con un traje marrón. «No – le respondió contundente el cancerbero- en este club no entran señores vestidos de marrón».

 

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Se lo comenté al sastre de Sevilla, Fernando Rodríguez Ávila, y me ilustró con una  curiosa anécdota. «Pues mire, de joven me llamó la atención un señor muy elegante vestido con un traje marrón oscuro. Era Maurice Chevalier y en mi casa tengo un marrón al que bauticé como marrón Chevalier». Y marrón era uno de los trajes que exhibió en la Fundación Valentín de Madariaga de Sevilla, dentro de la exposición “Moda es poesía”, organizada por  la Asociación de Amigos de la Moda.

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Benito Pérez Galdós, que fue un escritor más que interesado por la moda a tenor de las exhaustivas descripciones que hacía en sus novelas sobre las distintas vestimentas, escribía en Fortunata y Jacinta: «La sociedad española empezaba a presumir de seria; es decir, a vestirse lúgubremente y el alegre imperio de los colorines se derrumbaba de un modo indudable». Estábamos en mitad del siglo XIX y el canario ejercía de cronista de la actualidad del momento y como tal no podía obviar eso que hoy damos en llamar tendencias.
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De todas formas, Vicente Verdú  nos aporta otro dato mas reciente. «Le Corbusier decía que “el color era propio de las razas simples, de campesinos y salvajes”. Y añadía: “Acabemos con esto”. Habría llegado la hora, hace un siglo, de armar una cruzada de racionalidad fría contra la indecente pasión del colorismo. El blanco, el negro y el gris contra la loca verbena del color». Lo malo de todo esto es que el marrón, que tampoco es que favorezca especialmente, sobre todo cuando ya el cuerpo se aleja de los rayos del sol, es un color que tiene muy mala prensa.

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1 comentario

Aurora 9 octubre 2014 - 23:04

Este es un blog trabajadísimo. Bien escrito y ameno. Felicito a su autora. Muy interesante la serie de los colores. Soy una entusiasta de telademoda.

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