
A veces nos transportamos a otras etapas de nuestra vida, a otros lugares o simplemente a ese refugio inexistente que mitiga la rutina. Si eso es soñar, soñemos y si hay que despertar que sea lentamente, sin el sobresalto de una hora fijada en una perversa máquina. Salud para el alma, lo llaman unos; pérdida de tiempo, otros. Soñar es la más inocua de las medicinas. No tengas miedo de tomarla.
(Foto: Rosa Blasco Camacho (@rosablascocamacho). Texto: Clara Guzmán)
2 comentarios
Buenas noches, Agustín. Muchas gracias por tu comentario.. ¿Qué sería del ser humano sin esos sueños? Saludos desde Sevilla.
Coindico totalmente. En esos sueños, se sueltan aspectos y matices que en la vida ordinaria quedan ocultos, y valen la pena