Mi admirado Paseo de Gracia de Barcelona ya tiene una tienda Balenciaga, concretamente en el número 101. Más de trescientos cincuenta metros cuadrados repartidos en dos plantas de este edificio de la milla de oro de la Ciudad Condal. La nueva tienda es el tercer punto de venta de la firma en España. La apertura se produce un siglo después de que el modista vasco inaugurara su primer establecimiento en la ciudad. La guerra civil española provocó su cierre y la huida de Cristóbal Balenciaga a París. Barcelona no había vuelto a tener hasta ahora una tienda de la marca.
La marca, que en la actualidad pertenece al grupo Kering, propietario de Gucci, entre otras grandes etiquetas de lujo, tiene como director creativo a Demma Gvasalia. Su estética se ha reflejado en el estilo de la tienda, una mezcla entre lo clásico y lo moderno. «Lo nuevo contra lo viejo, lo áspero contra lo pulido, el exterior contra el interior» es la definición del concepto arquitectónico de la tienda, según la nota de prensa distribuida por la firma. Una gran escalera de hormigón en bruto recibe a la clientela, dando un aspecto industrial al local, junto a detalles más modernos de decoración: una pantalla de vídeo o un ascensor de acero inoxidable.
Tardaré en visitarla debido al obligado paréntesis de la pandemia, pero no me perderé este templo de la moda, que es un homenaje al «hombre invisible», como muchos apodaron al gran creador Cristóbal Balenciaga. Parco en palabras, cuando hablaba subía el pan y dejaba para la posteridad frases de gran hondura. «No os desgastéis en sociedad», decía este vasco de Guetaria, nacido en 1895, cuando las redes sociales aún eran una quimera. Hoy estaría abrumado por tanta falta de intimidad. Si le preguntaban sobre el secreto de la elegancia, no dudaba en responder: «Sea natural».
“Un modista no puede crear el espíritu interno de una mujer. Si ponemos una misma ropa a dos mujeres distintas, una será vulgar, mientras que la otra logrará una auténtica distinción”. Así era Balenciaga. Su padre, capitán en un barco de recreo, dicen que se echaba las manos a la cabeza cuando lo oía decir que quería “coser como las mujeres”. Su madre, siempre al quite, fue su mentora, aunque nunca se pudo imaginar que su hijo acabaría vistiendo a dos reinas, María Cristina y Victoria Eugenia, y que en 1958 Francia lo nombrara caballero de la Legión de Honor. Hoy, Cristóbal Balenciaga, vuelve a la Barcelona de solera, al Paseo de Gracia, porque, como decía el polifacético Cecil Beaton, «creó el porvenir de la moda».