Fotos: Museo del Traje de Madrid
El Museo del Traje de Madrid celebra su décimo aniversario como era de esperar, con una exposición sobre la moda española de los últimos cincuenta años. «España de Moda», que permanecerá abierta hasta el 31 de agosto, es un recorrido por un sector no demasiado conocido para el gran público, que suele mirar sólo al presente y cree que la moda española empezó con Zara y Amancio Ortega. Dicen que el pasado está para construir el futuro y nuestra moda patria tuvo mucho que decir antes de que llegaran las prendas de bajo coste hechas a pequeña escala económica a imagen y semejanza de las colecciones de los grandes. España vivió momentos de gran intensidad creativa con nombres que a veces eran más conocidos fuera que dentro de nuestras fronteras. Los españoles somos así.
La muestra arranca en la década de los sesenta, veinte años después de la creación de la Cooperativa de la Alta Costura Española, que fue una plataforma que agrupó a talentos creativos como Pedro Rodríguez, Pertegaz o Elio Berhanyer, al que siempre le he oído decir que fue en los estertores del Franquismo cuando se le asestó el golpe mortal a la industria nacional de la moda. La creación de un nuevo impuesto al lujo acabó definitivamente con el sector, ya minoritario por los cambios en la mentalidad del consumidor más proclive al prêt-à- porter por comodidad y economía. No obstante, varias generaciones se habían formado en la artesanía de la costura a medida, que dio justa fama a la moda patria y puso los cimientos en los que se sigue sustentando lo bien hecho.
La muestra pasa por cada década dejando constancia de los diseñadores más señeros de cada momento en una exhibición de los propios fondos del Museo. Entre ellos, se incluyen tres conjuntos de los diez donados por S.A.R. la Princesa de Asturias hace unos años. En concreto son de David Delfín, Amaya Arzuaga y Juanjo Oliva y están sin estrenar, como los demás. Juan Gutiérrez es el comisario de esta exposición que pretende dar una visión de cómo se vivía en España en cada una de las décadas mostradas. El material gráfico es también un buen soporte, sobre todo para comprender la irrupción en los ochenta de las pasarelas colectivas, como Cibeles en Madrid y Gaudí en Barcelona. Un total de cincuenta y cinco conjuntos más sus respectivos complementos acercan al visitante a un sector al que todavía siguen tildando de frívolo los que prefieren, al más puro estilo del «Vuelva usted mañana» de Larra, negar las cosas antes que enterarse de ellas.