«El turista ideal es el que viene a disfrutar del destino, porque, al final, lo que vendemos es destino». Lo afirma con una contundencia dulcificada por su delicioso castellano -soy de Burgos y me gusta decirlo- Rosana González, directora del Hotel Colón Gran Meliá de Sevilla desde el año 2015. «Sevilla-continúa- está excesivamente de moda y no podemos convertirla en Venecia. Para disfrutar de Sevilla necesitamos de los sevillanos. Sevilla sin sevillanos no es Sevilla». Estamos en la acogedora biblioteca del hotel, conocido desde siempre como el de los toreros, edificado donde se encontraba el claustro del antiguo convento de San Pablo, y nacido al mundo en la Exposición Iberoamericana de 1929 con el nombre de Majestic. A nuestro lado, una pareja británica lee sendos libros mientras degusta una copa y hace tiempo para ir a la ópera. O sea, turistas de lujo.
De un lujo que es emocional y que no tiene nada que ver con lo material, como lo define Rosana González. Cuando acabó sus estudios en el Centro Superior de Hostelería de Galicia y luego en la prestigiosa Escuela Hotelera de Laussane (Suiza), se dio cuenta de que lo que le gustaba era el lujo. «El lujo que es la excelencia y como soy muy exigente, la excelencia no tiene límite. El lujo es absolutamente emocional, pero la cultura del consumo lo ha materializado. Y el lujo en el hotel Colón no va por ahí. El hotel Colón es pura cultura sevillana desde la ubicación a, por ejemplo, el sonido de las campanas de la Magdalena. Todo ello propicia el enamoramiento del cliente. Una persona que viene a Sevilla viene con un objetivo y el hotel está obligado a ese compromiso de destino».
«Los clientes americanos y luego los británicos son los más numerosos en el hotel, que fue comprado en el año 2001 por la cadena Meliá». Estos clientes pertenecen a grupos de lujo gracias a que el Colón entró a formar parte, desde el 2012, de la prestigiosa asociación de Hoteles de Lujo Mundial Leading Hotels of the World, siendo el único establecimiento de la ciudad con esta distinción. «Estamos en un momento -continúa Rosana González- en que necesitamos generar el destino desde el éxito para no morir de éxito. Hay que gestionar qué perfil de cliente queremos y para ello el aeropuerto de Sevilla debe habilitar vuelos de largo recorrido para que el turista esté más noches en la ciudad, porque eso genera economía. Necesitamos la tasa turística, pero que ese impuesto se vuelque en la ciudad. En toda Europa existe y en Grecia, por ejemplo, la han duplicado. Lo mismo que apoyo que se cobre para entrar en la Plaza de España, siempre y cuando ese dinero revierta en su mantenimiento».
«La globalización- añade- permite que todo el mundo disfrute de un mismo destino. No hay que sectorizar por nivel económico. Hay muchos estudiantes de Eramus que nos visitan y hay a quien le gusta un tipo determinado de turismo. Al final es una estrategia para la ciudad que vengan todos, pero gestionando cuándo y cuántos. Que no todo el mundo venga en la misma estación. Hay que generar demanda, actividades para los meses con menos afluencia; o sea, desestacionalizar el turismo. Traer a Sevilla los Goya, los Grammy, desfiles de moda como el de Dior…Legislando es como se evita la masificación turística. Y no estoy de acuerdo con los que dudan de que el turismo sea nuestra primera industria. España es un país de Servicios y la hostelería en Andalucía supone un 18% del PIB (Producto Interior Bruto) de manera directa y un 25% de manera indirecta». Entonces le pregunto por las condiciones laborales del sector.
«Todos los trabajadores de hostelería cobran por encima del salario mínimo interprofesional (SIM). Además, están las propinas que es un plus añadido. Pero sí, estoy de acuerdo en que una camarera de pisos no puede trabajar hasta los 67 años. No es justo. Es un trabajo muy físico. Por esta cuestión es por lo que habría que luchar, más que por reivindicar el aspecto salarial». A continuación, saco a colación, en la distendida conversación, la cantidad de hoteles de cinco estrellas que han florecido últimamente en Sevilla, donde no todos reúnen las condiciones para serlo.» La Junta de Andalucía- me dice- es la que da el visto bueno. Cada categoría de hotel tiene sus requisitos. Yo no soy inspectora, pero si tú conduces sin carné corres el riesgo de ser multado».
Cuando llevas un rato hablando con Rosana te das cuenta que cumple a rajatabla la famosa frase del filósofo francés Sartre: «No es feliz el que hace lo que quiere, sino el que quiere lo que hace». Y lo es mientras me explica los cambios que el hotel experimentó en su última remodelación en el año 2021. «Era devolverle el Colón a Sevilla. Desde entonces Antonio Burgos empezó a venir». Está orgullosa y se le nota, de todos los objetos de valor que lo adornan y que fueron donados por sus propietarios. «La única réplica es el traje de flamenca de Grace Kelly hecho por Lina. Lo demás son originales como el casco de los Armaos de la Macarena, el azulejo del Gran Poder o el Cristo de las Tres Caídas, donde los toreros rezan antes de ir a la Maestranza. También los bocetos del arquitecto Aníbal González cuando estudiaba Bellas Artes. Todos están asegurados y con alarmas».
-¿Y qué es lo mejor del hotel Colón, Rosana?
Entonces, sin titubear, contesta:
-Mi equipo. Lo mejor del hotel Colón es mi equipo.