Un jersey de Lebor Gabala

por Clara Guzmán

 

 

Telademoda

 

Ahora que ha vuelto a ponerse de moda hacer punto o calceta se llevan los jerséis, pero los jerséis vistosos, protagonistas de su propia historia, nada de complementarios del atuendo. No, el jersey ha reclamado su papel principal  para salir a escena y se lo han concedido sin miramientos. Bueno, se lo han concedido a quien se lo ha merecido. Los diseños de Lebor Gabala, la firma de Maite Muñoz, se han ganado a pulso entrar en el exclusivo club de los que tienen espaldas. O sea, de los que todo el mundo se vuelve a mirarlos y remirarlos.

 

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Es verdad que se llevan ostentosos y que ya nadie tiene miedo a ir «a sus anchas» totalmente liberada en una prenda que mezcla texturas y distintos grosores de lanas y color, mucho color. El color con los que los ha pintado Maite Muñoz y que van desde el azul turquesa, al amarillo, un tono que empieza a mirarse con otros ojos en la moda;  o el verde, sin olvidarnos de esas pinceladas negras, piedras o grises. Pero la fuerza radica en el color.

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Y no podía ser menos que fuera Maite Muñoz la encargada de enfatizar una prenda que está en la primera línea de salida del guardarropa en estos días fríos como agua de río.  No podía ser otra que una mujer que bautiza su firma con el sonoro nombre de Lebor Gabala.  Lebor Gabala es la traducción de Leabhar Ghabhála Erenn, un conjunto de manuscritos gaélicos del siglo XI que cuentan la fundación de Irlanda a través de los tiempos, con una mezcla de historia, mitología, leyendas y folklore.

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La fantasía de las historias y el hecho de que Irlanda esté tan unida a la tradición lanera hizo que Maite Muñoz adoptara la fonética del título, que en español se pronuncia Lebor Gabala. Pero quizás lo que más me gusta de Maite Muñoz es que tiene oficio y que tuvo muy buenos maestros. A saber: Pedro Morago, Rap Diffusion o Mila y Tucho Balado. Primero probó fortuna en Ibiza, donde diseñó sus primeras colecciones para la moda Ad Lib, hasta que luego decidió instalarse en Barcelona y volar con sus alas.

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Los jerséis de Lebor Gabala nos recuerdan que la moda es cíclica. Que los jerséis ya se llevaron en los setenta de ochos, rombos, punto  inglés, de arroz, de trigo y hasta de garbanzo. Jerséis de abuelas, pero promocionados y respetados. Nos recuerda también que la artesanía es un sector en ebullición y en aceptación por todos aquellos que la consideraban un género menor dentro de la moda. Vamos, algo así como la novela negra en la literatura. Y ya se sabe que nadie más osado que un ignorante.

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El jersey, según leo en el libro «El vestido y la moda» de Maribel Bandrés Oto, experta en moda poco reconocida en España, como suele suceder, data del siglo XVII. En las islas británicas del Canal, Jersey (famosa hace unos años por ser un paraíso fiscal de algunos bandoleros de cuello blanco), y Guernsey, las mujeres de los pescadores y marineros hacían a mano túnicas cortas de lana bruta, que al conservar la lanolina natural, las hacía repelentes al agua y al frío. Los jerséis de Labor Gabala además de calentitos son tela de bonitos.

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