Es curioso, los que han abanderado el color en los últimos años, se apuntan a la sobriedad, a la contenida sobriedad, con algunos chispazos de luz. En cambio, aquellas firmas que fueron cautas a la hora de prodigarse en alteraciones del orden cromático, han decidido ponerse el mundo por montera y acudir raudas a inundar de colorido las pasarelas.
Salvatore Ferragamo es una de ellas, junto con otras igual de punteras de la órbita italiana. Para la temporada de otoño-invierno, el director creativo de la firma. Massimiliano Giornetti, ha combinado chispeantes colores con motivos en zig- zag o con cuadros que recuerdan el tablero de un ajedrez. Una yuxtaposición de ideas y de tonos, que en ocasiones abigarran el conjunto.
Es otra forma de entender el barroco. Dicen en Salvatore Ferragamo que los movimientos artísticos de los años 20 y 30 han sido el punto de partida de esta colección. «La colección se Giornetti se ha creado en torno al tema del «assemblage», un entramado repleto de ideas y experimentación, realizado con la confianza característica de la experta artesanía italiana».
La artesanía de nuevo en el centro de una colección. La artesanía, que es el lujo del siglo XXI, y que muchos países han sabido darle el sitio de honor que merece. Los vestidos de punto y los «top» de satén acolchados se arropan con abrigos de cachemira. Toda una sinfonía de tejidos nobles para una colección que se complementa con botines calidoscopios de ante y piel de leopardo y bolsos de cuadros, rayas y zig zag.