Siempre me han llamado la atención las notas de prensa que envían las diferentes firmas de moda. La mayoría de las veces porque están escritas para ser merecedoras del Premio Nobel de Literatura. No saben ustedes la poesía que a veces encierran unas líneas. Líneas que pueden ser rectas o curvas. La respuesta está en el viento. Y no saben la intensidad que puede tener el viento en la moda; en ocasiones se convierte en tsunami.
Dicho lo cual, que diría el maestro de las ondas Carlos Herrera, en esta ocasión la nota de prensa era un tanto surrealista y me he limitado a mirar la colección de Salvatore Ferragamo para la próxima primavera-verano 2017, porque mis entendederas no alcanzaron a transcribirla. Para empezar, es una colección ponible, un adjetivo calificativo usado hasta la saciedad a diario y del que la RAE se resiste a darle carta de naturaleza.
De naturaleza o de lo que sea. Pero que no hay manera de que lo reconozcan como usual entre la multitud, como reconocieron almóndiga. Qué le vamos a hacer. Me gustan los vestidos camiseros con escote esmoquin, que lo mismo sirven para ir muy arreglada que sport. Ya saben que lo deportivo es una especie de obsesión en los últimos tiempos. Todo diseñador que se precie tiene que aderezar su colección con deportividad.
El corte de las prendas es sastre, dándoles envergadura a vestidos que, sobre todo en verano, suelen ser tan ligeros que no ensalzan el cuerpo, sino que lo menudean. En este caso tienen porte, que es una frase que se perdió en la hojarasca de los tiempos pero que es sumamente gráfica para expresar el concepto, vocablo éste muy en boga en la actualidad. Se lleva el azul marino, los estampados discretos, el coñac y el verde militar
Como verán, el largo oscila, pero nunca es extremo. Ni minifalda ni maxifalda, ese término medio en el que dicen está la virtud y la medida favorita de la pretendienta al trono de Inglaterra. Hay detalles en la colección que hacen exclamar un sonoro oh. No sólo los talles altos de las faldas y los estratégicos cortes, que le dan movimiento a las prendas, sino esos bolsillos de piel de cocodrilo que marcan la diferencia.