Foto: Fernando Salcedo
Hablar con Margarita González, alma mater de la firma sevillana Ropa de campo, es aprender de los usos y costumbres andaluces en la indumentaria que da nombre a su marca. Es empaparte de la sobriedad y la elegancia de unas prendas que han vuelto por sus fueros con tanto empuje que la firma cuenta en estos momentos con una amplia lista de espera para confeccionarlas. Es una costura lenta, como corresponde a su vitola de artesana. Cuidada y genuina, dada la labor de investigación que realiza Margarita González, así como son la calidad de los tejidos y el excelente patronaje de unas piezas que, incluso la gente joven, quiere que evolucionen sin perder la esencia. La artesanía es el lujo del siglo XXI. No hay más que comprobarlo en las prendas que hoy traemos a telademoda, a través del minucioso reportaje fotográfico de Fernando Salcedo.
Foto: Fernando Salcedo
Foto: Fernando Salcedo
Margarita González hace prendas de campo a la antigua usanza; es decir, desde finales del XIX hasta los años cuarenta. «A partir de esta fecha surge la guayabera, una prenda de lacayo y de empleado con un patronaje simple. Lleva un corte con un costadillo detrás y cuenta con un sólo botón delantero. Era el uniforme de los empleados de la casa, cuestión que le venía muy bien a mucha gente, ya que se reducían gastos. Después de la guerra civil española, los propietarios no querían evidenciar su estatus y mucho menos ostentar la riqueza de sus propiedades. Por tanto, para salir a caballo se igualaron a la baja y se ponían la guayabera. Su uso se ha extendido hasta nuestros días. Afortunadamente- añade Margarita- hay jinetes y amazonas empeñados en recuperar la indumentaria anterior a la guayabera».
Foto: Fernando Salcedo
Foto: Fernando Salcedo
La importancia de la sociología, el estudio de la evolución de la sociedad, en la moda tiene en la ropa de campo su reflejo. «A lo que mucha gente llama hoy lo clásico no es tal», dice Margarita. «Se impuso la guayabera por circunstancias sociológicas como ya he explicado. Si eres empleado de una finca, la guayabera es tu uniforme. Si vas a presentar un caballo pie a tierra, también te la pones, pero si vas a una competición, la guayabera sobra. Es en estos foros donde se debería valorar la indumentaria y los jueces deberían prestar atención a todos los jinetes y amazonas que quieran recuperar la auténtica indumentaria clásica. Eso sería continuar con la esencia. No tengo nada contra la guayabera, pero no la hago, porque no es prenda de presentación. Yo me dedico a realizar piezas inspiradas en las de finales del XIX hasta los años cuarenta».
Foto: Fernando Salcedo
Foto: Fernando Salcedo
Para Margarita González, hay quien valora la artesanía y quien la paga. “Son prendas que te duran toda la vida, porque a veces están confeccionadas con tejidos que tienen más de cien años, cuando los tejidos se hacían a conciencia. Me preocupo mucho por los tejidos. Me gusta la exclusividad y la calidad y llevo muy mal que me copien la ropa”. Y yo añado que en el pecado llevan la penitencia, porque, ¿saben esa bienaventuranza que dice: “bienaventurados los que nos copian porque de ellos serán nuestros errores?”. Claro que Margarita riza el rizo en su misión de dar a sus piezas su particular marchamo. “Personalizo mi ropa de campo hasta el extremo que monto incluso los caireles. Son prendas distinguidas y que distinguen a quienes las llevan. Son muy cómodas y el que se mete en una de mis chaquetillas ya no se mete en otra. Y esto, como es natural, me llena de satisfacción”.
Foto: Fernando Salcedo
Foto: Fernando Salcedo
«Hay mucho trabajo y dedicación detrás de cada prenda. Es una costura a la antigua, inspirada en prendas que han existido- Margarita me envía fotos de toreros como Joselito El Gallo luciendo una chaquetilla cruzada- donde hay un señorío y saber estar que hoy son muy escasos. Lo que me importa es que en la calle vuelvan a brillar esas prendas de una época dorada. Afortunadamente, hay amazonas de 9 a 13 años, que, ante las explicaciones que damos por Instagram del origen de las prendas, se las piden a sus padres. En nuestro taller se crea un ambiente muy especial y divertido, pues entonces casi todos los miembros de la familias deciden vestirse de «Ropa de campo». Dice Margarita que sus clientes no sólo están en todas partes de España, sino que también vienen de Francia, Portugal, Inglaterra o Luxemburgo. «Hay que tener en cuenta que son dos pruebas como mínimo».
Foto: Fernando Salcedo
Margarita es una estudiosa de la moda. Lleva años realizando una encomiable labor de investigación sobre las prendas, los tipos de botonaduras, los alamares y los sombreros, sobre todo los tipos goyescos. Entonces me habla de la rodina, un sombrero regional. «La rodina andaluza no tiene adorno, sólo una cinta de terciopelo que lo recorre de arriba a abajo en el casco de un sombrero troncocónico. Lleva el ala de la misma medida que un sombrero de ala ancha y con la vuelta de un catite. Es muy elegante y cada región española tiene el suyo, cada una con su peculiar estilo. Yo me quedo con la andaluza por su sobriedad y elegancia. Como sobrias son las prendas de montar andaluzas, sobre todo a la vaquera. Tanto que llaman la atención, fundamentalmente a los exigentes sastres ingleses. No somos barrocos ni vestidos a la goyesca, pero siempre hago hincapié en la calidad de los tejidos. La evolución es la involución. Volver atrás, a lo que nos distinguió. Porque si hay algo elegante y sobrio es el campo andaluz. Desde el olivo hasta sus prendas».