¿Qué es el lujo?

 

Hay a quien le parecerá una frivolidad escribir sobre el lujo con la que está cayendo. Pero el lujo existe desde que el mundo es mundo y además cada cuál tiene su particular concepto de lo que para algunos filósofos es el culpable de la decadencia de los pueblos; para algunos economistas un motor del mercado y para algunos sociólogos un placer que nos diferencia del resto de los animales.

 

Felicidad y decadencia

 En su obra «El lujo eterno», Gilles Lipovetsky  escribe: “Al hacer desdichados a los hombres por una carrera sin fin en pos de los falsos placeres, al debilitar el cuerpo y la mente, el lujo es, por añadidura, responsable de la corrupción de las costumbres y del hundimiento de las ciudades. Al ser incompatible con la felicidad y entrañar la decadencia de los pueblos, fue la crítica moral la que rigió el análisis del lujo hasta el siglo XVIII, momento en que surgen las primeras apologías modernas de lo superfluo y de la riqueza». Pero, ¿qué es superfluo y qué es riqueza?

Bagatelas

Seguro que para muchos hay pocas cosas superfluas, sobre todo si pertenecen a las generaciones más pimpantes; a esas que se han acostumbrado a no prescindir de nada o de poco. Para otros, la riqueza puede ser un día soleado en buena compañía, despojado de problemas y con la conciencia tranquila. No obstante, siempre, consciente o inconscientemente, nos aferrarnos a algo que nos distingue, que nos hace sentirnos únicos; algo que nos aleja del rebaño. «El último de los mendigos siempre posee una bagatela superflua. Reducid la naturaleza a las necesidades naturales y el hombre no será sino un animal». Lo escribió Shakespeare. En su época el concepto del lujo no estaba tan hermanado con el consumo, pero había que «consumir» para empaparse de lujo.

Excesos

Escribe Elyette Roux: “La lectura de cualquier diccionario etimológico que se precie nos revela que lujo deriva del latín lupus, procedente del vocabulario agrícola, que en un principio significó “el hecho de crecer de través” y más tarde “crecer en exceso”,  para luego convertirse en “exceso en general” y finalmente,  pasar a significar “lujo” a partir del siglo XVII».

El lujo para muchos puede consistir en tener tiempo, ese señor que tiene tantas novias pero que no se casa con ninguna. Un tipo que va a lo suyo desde siempre. Por eso cazarlo, atraparlo para disfrutarlo es un lujo. Para Coco Chanel, sin embargo, el lujo era una necesidad del alma, mientras que Agatha Ruiz de la Prada lo relaciona con la ostentación del nuevo rico, del arribista, quizás porque «toda la vida me han dicho que el lujo es una ordinariez». Lujo del que deriva lujuria, una palabra que surge en el siglo XII y que mantiene intacto su significado primigenio, con algún que otro retoque, claro. En ese amplio abanico de definiciones y de interpretaciones tenemos una muy actual, que concuerda con esas corrientes que hablan de sostenibilidad, de reciclaje, de respeto al medio ambiente. La pronunció el diseñador Juan Duyos y aquí queda para conocimiento general: «Comprar algo a buen precio, cuidado y saber quién lo ha hecho. Eso es para mí el lujo».

La esencia

Pero el lujo es también lo que no está al alcance de todo el mundo.S on muchos los que se aúpan para poder tocarlo o al menos acariciarlo. No pasa inadvertido. Lujo es lo que nace con la etiqueta de único porque está creado con mimo, dedicación y manos expertas. Lujo es esa artesanía refinada que nunca pasa, que siempre se mantiene terne porque ha bebido en las fuentes de la eterna juventud. Su lozanía se debe a una larga tradición, en la que firmas como Loewe, Hermès o Chanel perpetúan sus técnicas de trabajo con tal entrega, que siguen avanzando con los años pero sin perder su esencia. Al menos hacen lo posible para que nadie las pierda en los recovecos de la memoria.