A mi madre le gustaba mucho Álvaro de Laiglesia. Tenía toda su obra. Y entre aquellas novelas ácidas y tremendamente sarcásticas había una cuyo título mancilló un eterno aspirante a don Juan, una tarde de primavera en una conocida librería de Ceuta.
De eso hace ya muchos años, pero me he vuelto a acordar hoy al ver las fotos de Keria Knightley, la imagen de Coco Mademoiselle desde 2007, en la última campaña de la fragancia. Aquel Casanova patrio saltó como un resorte cuando una clienta admiraba en voz alta el último título del por entonces reputado escritor: «¡Qué bien huelen las señoras! … «Cuando se perfuman». La apostilla del frustrado galán cayó como una bomba fétida. El vacío que sintió aquella tarde quizás sería comparable al que con el tiempo se le hizo al autor de aquellas ingeniosas obras. Álvaro de Laiglesia, que llegó a dirigir «La Codorniz», donde había que aguzar el ingenio para sortear a la censura, es un auténtico desconocido para las nuevas generaciones. En este país no hay talento; hay ideología. Para la posteridad, su capacidad intelectual fue eclipsada por sus ideas. ¡Ideas! Antes de morir de un infarto el 1 de agosto de 1981 en Manchester, había encauzado la carrera profesional de su sobrino Juan Carlos de Laiglesia, periodista de la Movida madrileña y actual director del digital elpulso.es.
Pero es verdad, qué bien huelen las señoras. Los caballeros también, faltaría más. Y hay anuncios que desprenden ese aroma a limpio, a bienestar. Es lo que me ocurre al contemplar a la actriz británica Keira Knightley, enfundada en su mono de motera, especialmente diseñado por Karl Lagerfeld, conduciendo una apabullante Ducati de los años 70 por las calles de París para decirle al mundo que Coco Mademoiselle, a sus diez años de lanzamiento, está más fresca que nunca. Resueltamente oriental, esta fragancia de la Casa Chanel lleva en su fórmula una herencia chipriota. Un atrevido toque de pachulí, en una creación concentrada con especias, flores blancas y bálsamos.
Reconozco que los perfumes de Chanel me gustan. Todos menos el famoso número 5, el que generalmentes se regala como si fuera la quintaesencia de la exquisitez. Me agobia su olor artificial, de laboratorio. El Coco Mademoiselle tiene «charme», pero corre el riesgo de vulgarizarse, a pesar de la elegancia que Keira Knightley trasmina en la película de promoción del perfume, dirigida por el británico Joe Wright. Un perfume tiene que ser tan exclusivo que a cada mujer le parezca que lo han hecho expresamente para ella. Si su aroma se propala demasiado estamos perdidos. Perdidos en un mar de la misma esencia. Y la esencia, como los buenos escritores, siempre permanece, aunque se pierda en el maniqueismo de las etiquetas.
30 comentarios
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Pues a mi me sigue sorprendiendo, claro, Clara.Aunque ya se que perfume no comprarte en tu des-cumple.
No veas Clara como me has echo brotar sentimientos de antaño cuando mencionas a Alvaro de la iglesia pues yo tambien lei algun libro que otro y de los perfumes! ni que decirte lo que teniamos en aquella tienda que tu llegastes a conocer, que te voy a contar!!
Como siempre geniales tus articulos
Aunque tampoco soy «tan joven» si me acuerdo de la Codorniz, pero no tengo esos recuerdos tan vivos que mencionan algunos de los «comentaristas» de este blog, ya que por aquella época andaba aprendiendo a caminar por la vida sin pegarme algún que otro trompazo, cosa que nunca viene mal (así se va curtiendo la piel para los futuros golpes que te da la vida). Lo que sí recuerdo es el famoso frasquito (ya que según dicen la esencia se guarda en frasco pequeño) que mi madre usaba en ocasiones especiales y que conservaba como «oro en paño» de Chanel nº 5, ya que se lo había traído mi padre a la vuelta de un viaje. ¡Que gratos recuerdos de la infancia se relacionan con un perfume! Gracias Clarita por hacernos estas regresiones a nuestros más profundos sentimientos.
Acabo de leer lo de los aeropuertos y la verdad es que creo que todo el que haya viajado tiene algo que contar. Hace tiempo Oscar Tusquet escribió un artículo muy interesante sobre eso. Decía algo así como que a las humillaciones a las que uno se ve sometido ¡y sin rechistar! en los aeropuertos no se ve en ningún otro sitio. Pero bueno yo venía a lo de Alvaro de Laiglesia porque me ha hecho mucha gracia y me ha traído a la mente algunas de las cosas que sacaron en La Codorniz, como por ejemplo: «Reina en España un fresco general procedente de Galicia y sin ánimo de marcharse» o «El marques de Villavespa se compra una moto verde». Eso por los años 60 o finales de los 50 tenía su merito. Los jóvenes no lo entenderán pero hay que ser muy inteligente y muy ingenioso para decir en plena dictadura esas cosas y de tal forma que no les pudieran cerrar la edición. Esa es una demostración muy interesante de como se pueden decir cosas sin necesidad de insultar groseramente ni de crear tensiones innecesarias, simplemente o ¡nada menos! que con la inteligencia.
Lo bueno de este blog es que remite a tantas cosas….
¿Con que nos sorprenderá Clara en los siguientes?
Gracias desde Madrid
Amalia Molina
P.D. No soy tan mayor es que tengo buena memoria.
Qué bien escribes, reina mora
Acabo de leer el comentario de Carlos Gálvez Martínez y me he emocionado. Yo no nací en Ceuta pero casi. Hice la mili y me enamoré de la ciudad y de una caballita que me dio calabazas, pero que no pasa día que no la recuerde. Me ha pasado este enlace un amigo y he disfrutado mucho leyendo a la autora. Muchas gracias por avivarme los recuerdos.
Al terminar de leer lo que ha escrito Clara, me han aflorado recuerdos que no quiero olvidar porque, entonces, ¿qué sería de lo que fui?
…Los años 70, la revista “La Codorniz”, la conocida librería, la primavera de Ceuta, el perfume…
A propósito del perfume; hace poco tiempo tuve la suerte de leer un artículo titulado: “Los olores que no olvido”, su autora es otra ceutí, igual de sensible y con tanta creatividad literaria como Clara Guzmán.
Independientemente, estas dos “hadas” de la escritura, me han hecho evocar los olores de mi tierra.
Ese perfume de mi Ceuta, aunque no sea el de Coco Chanel, tiene un componente emocional mayor que cualquier otro, porque forma parte del universo de mis recuerdos y, me evocan un pasado ya lejano que hace exaltar de alegría mi alma ceutí.
Creo que, el aroma de los seres queridos y el del lugar de nuestra niñez, hacen despertar unas emociones muy positivas, a pesar de que el olfato en el ser humano sea el menos diestro y más rudimentario de nuestro cerebro y, sus funciones emocionales y afectivas, las más primitivas de nuestro Sistema Nervioso.
No doy crédito. Nunca había leído un artículo en el que se contaran tantas cosas y de una manera tan original y elegante. ¿Cómo que esta señora no escribe en las llamadas revistas «gurús» de la moda como Vogue, Elle o Telva?
También me he leído Pasarela Aérea y me ha parecido igual de original.
Estupendo post. Me alegro mucho de haberlo leido.
Muy intesante el comentario de Juan y muy ingeniosa la salida de un tipo de la talla de Álvaro de Laiglesia. Este Juan debe ser de mi quinta, rondando los sesenta, porque me acuerdo perfectamente de aquellos dos periodistas, al estilo de antes, mitad bohemios, mitad intelectuales.
Una vez más, Clara Guzmán nos relaciona moda con literatura. En esta ocasión con Álvaro de la Iglesia, por muchos años director de La Codorniz. No lo he leido mucho, aunque sé que era continuador del humor del absurdo, que en España tuvo por figura máxima a Enrique Jardiel Poncela. Por casa de mis padres también circulaban algunos de sus libros.
Guardo de él, sin embargo, un recuerdo muy vivo. A finales de los 60, una entrevista en la televisión en blanco y negro de la época. Dirigían el programa, dos periodistas, Yale y Tico Medina, dos guasones capaces de burlarse del más plantado. Tras las preguntas sobre su vida personal y profesional, de las que recuerdo que mencionó una cojera de su paso por la división azul, uno de los entrevistadores pasó al campo de lo que hoy llamaríamos «salsa rosa» y le espetó: «Se le acusa, D. Álvaro, de cambiar con mucha frecuencia de descapotable y de rubia». El escritor, que al parecer no esperaba un golpe de ese calibre, tras una profunda calada al cigarrillo (en aquella época todo el mundo fumaba en todas partes) respondió: «¿Se me acusa o se me envidia?
Desde aquel momento supe que D. Álvaro era distinto.
Estoy de acuerdo con Famosa. El chanel número 5 me espanta. Prefiero Allure o Chanel número 19. Y por supuesto COCO MADEMOISELLE.
Este artículo es fantástico y original. ¿Les digo la verdad? Yo había entrado otras veces en este blog porque me lo habían recomendado de distintos sitios, pero al ver esos dibujitos de preadolescente lo cerraba. Anoche, un buen amigo me insistió y llevo casi una hora leyendo artículos. Esta señora me ha cautivado. Sólo le pido un favor. Quite esos dibujitos porque ahora me doy cuenta que es cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras.
Saludos desde Madrid
Felicitaciones a la señora bloguera.Es fantástico que te venga a la memoria Alvaro de la Iglesia y La codorniz,la revista mas audaz para el lector mas inteligente,y es verdad lo bien que huelen las señoras,con frasco o aañadiendo frasco perfumado.Estoy de acuerdo con doña Clara en lo referente al Chanel n.5.la joya de la corona lomanada.Recuerdo una frase.y la recuerdo bien porque es mia,que dice:»Si la locutora de radio te enamora,no se te ocurra pasarte por la emisora»,generalmente te encontrabas con señoras gordas feas y todo lo contrario a lo que te imaginabas al oirlas.Pues lo mismo,el chanel n.5 sin conocerlo ni haberlo usado nos enamora,no hagamos lo segundo porque seguramente nos llevaremos un chasco.Le reitero mis felicitaciones Doña Clara
Se nota que esta señora es una profesional de las letras. La felicito por este original artículo.En mi caso, como en el de Aurelia Medina, era mi padre el lector fiel de Álvaro de Laiglesia. Recuerdo que subrayaba algunos párrafos que le hacían gracia o que le daban qué pensar.
Un artículo muy diferente a los habituales de internet.
¿Lo que más me gusta? Lo bien que está la señora dle mono.
Original entrada y buenos comentarios.
Salut.
En mi casa también se leía a Álvaro de Laiglesia. Este título no lo recuerdo pero sí otros como «Sólo se mueren los tontos», «Yo soy fulana de tal», «Un náufrago en la sopa» o «Racionales pero animales». Creo que era falangista. A m’i eso me da igual, pero hay a quien no.
Quiero felicitar a Clara Guzmán por hacerme pasar tan agradables momentos.
Me gusta mucho mucho este blog. Es distinto.
Qué pasada de blog.Lo único que no me gustan son los dibujitos. Yo no conocía a ese señor. Los títulso de sus novelas son guays . El tío era un machista. El del comentario.
Si hubiera que definir a este blog yo lo haría con la palabra sorprendente. Hoy acabo de conocer a un escritor. Me he metido en el enlace y luego en el otro y en el otro.
No me podia ni imaginar que al entrar en este blog de moda me emocionara. Hace unos días, en casa de mi abuela, que murió el año pasado, me encontré un libro de este escritor. Estaba dedicado por él para mi abuela y era el regalo que mi abuelo le había hecho para conquistarla. Estaba muy usado, de tanto leerlo y se llama «Todos los ombligos son redondos».
Saludos desde Madrid
Enhorabuena por este artículo. No es normal encontrarte en internet escritos tan originales y tan bien escritos.
Saludos desde Zaragoza
En mi caso al que le gustaba Alvaro de Laiglesia era a mi padre y en casa era un personaje casi familiar, al margen de La Codorniz que también era habitual. Pero hoy Clara ha dado en clavo en todo. Mi perfume desde hace unos años es Coco Mademoiselle y me siento como si lo hubiesen hecho expresamente para mi, mis amigas lo saben y de tanto en tanto me hacen llegar de las formas mas extravagantes, su maravilloso aroma. Coincido con Clara en que los perfumes no se deberían vulgarizar, pero también es cierto que un perfume es distinto en cada mujer y que hay perfumes que nunca, nunca serán vulgares por mucho se usen. Uno de ellos es Coco Mademoiselle.
Clara, coincido en el gusto que tenía tu madre por Álvaro de Laiglesia (sin duda se trataba de una mujer inteligente); un tipo simpático y de humor un tanto ácido (como lo era también el humor de La Codorniz) y que, si no recuerdo mal, poseía una voz especialmente grave y muy particular. Y también coincido contigo en que resulta un auténtico desconocido para las nuevas generaciones… Aunque, bueno, para las nuevas generaciones (generalizo y por tanto soy injusto: algunos se salvarán) resulta desconocido cualquiera que no salga habitualmente por la tele. Álvaro era un tipo bastante independiente y le tocó pagar el precio que pagan todos los que se salen del rebaño y se apartan de lo políticamente correcto. Porque cuando te separas del resto, comienzas incluso a oler de otro modo (ya que también hablamos de perfumes) y ya no te consideran como uno de los suyos. Es lo que tiene el rebaño: que todos huelen a lo mismo y se reconocen con facilidad entre ellos. Y es lo que tiene los perfumes (o «perjúmenes», como cantaba Carlos Mejía Godoy), que individualizan y personalizan.
Qué razón tienes, Clara. Determinadas fragancias han acabado como la burda «globalización» del sentido del olfato. Imposible relacionar un aroma con una persona admirada o querida.
Enhorabuena por tu trabajo, trasmina inteligencia y frescura.
Este blog me deja con la boca abierta. Aprendo mucho.
Esta Clara Guzmán no deja de sorprenderme. Ahora con Álvaro de Laiglesia.
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