Son los diseñadores italianos por antonomasia. A algunos les parecen barrocos; muy «kitsch» a otros y a los de más allá acordes con la idiosincrasia del país de la bota. O sea, que hacen patria. Son Domenico Dolce, siciliano y Stefano Gabbana, milanés. Se conocieron en Milán en 1980 y empezaron a caminar juntos en la moda, uniendo las dotes como modista de Domenico y la formación como diseñador gráfico de Stefano.
Arman el taco cada vez que desfilan en una pasarela y sus campañas publicitarias en blanco y negro, basadas en la Italia más profunda, son muy esperadas y celebradas por sus seguidores. A finales de los ochenta ponen de moda el corsé, al que se adhiere Madonna o la rotunda Monica Bellucci. El «print» felino o las camisas blancas masculinas son otros de sus distintivos, aparte de esos vibrantes estampados copiados hasta la saciedad.
«La moda no es un negocio, es amor, es parte de nuestra vida. Cuando empezábamos, no lo hicimos por la fama ni por dinero sino porque disfrutábamos con este trabajo. Claro que hay dinero, pero eso viene después. Las finanzas no tienen nada que ver con la moda, con la ilusión. Balenciaga o Dior no representaron nunca el «business» sino el amor por la moda», declaraba el dúo a la periodista Joana Bonet.
«La Bolsa- continuaba- llegó a las empresas del sector comprando marcas, y el marketing empezó a prostituir la moda. Implica hacer propuestas que no te gustan, pero que venden. Son palabras fuertes pero es así como lo vemos». Es verdad que Dolce&Gabbana han sido tentados en muchas ocasiones para vender la marca y los dos diseñadores, que fueron pareja hasta el año 2005, cuando hicieron pública su ruptura, se resisten.
«Hubiera sido como vender a tu propio hijo. Nuestra libertad y nuestra independencia no tienen precio». «Cada cosa tiene su identidad -le comentaban a Joana Bonet- y la globalización es una dictadura: la democracia te da la posibilidad de elegir. Hoy nos despertamos en una globalización que ha barrido la creatividad. Si viajo a Texas quiero ver cultura texana con todo lo que conlleva, y si voy a España, igual».
Les encanta crear con música, pero es indudable que su fuente de inspiración más caudalosa y cristalina es la mujer italiana. «Anna Magnani fue la primera que nos inspiró». Luego siguieron muchas otras en su ya larga trayectoria, como Sofia Loren o Madonna, pero la mamma prevalece por encima de todas. Esa mujer arraigada a la tierra, a los suyos, a sus costumbres, a su paisaje y a su paisanaje. La italiana de toda la vida.