Esther Amo…La esencia de la moda

Esther Amo mira la moda con los ojos de quien sabe apreciar su parte cultural, artística. Esther Amo ama la moda y su pasión la refleja en sus piezas: abanicos, cinturones, brazaletes, pendientes, collares…, pocas pero escogidas, porque menos es más.

 Dice que la moda actual es  del tipo «kleenex», de usar y tirar  por eso  cuando quiere recurrir a la elegancia mira atrás y entonces se encuentra con los clásicos: el vestido negro, el blazer o el pantalón masculino y siempre funcionan. ¿No van a funcionar si son la esencia de la moda, precisamente lo que esta mujer ama quizás sin saberlo? Porque Esther Amo hace complementos, accesorios sui generis, en una producción corta y exclusiva, con materiales diferentes y osados. ¿O no es osado mezclar metal y cristal soplado para dar vida a unos pendientes en forma de oca, de cereza o de pámpano?

Esta cordobesa a la que le gusta indagar y conocer todos los intríngulis de la moda tiene el don de la paciencia o el síndrome de la hormiguita. Ha ido poco a poco ganándose la confianza no sólo del público, sino de los diseñadores que le han encargado piezas para sus colecciones como Antonio García o Fernando Claro. Sus cinturones, brazaletes, pendientes y collares están hechos a mano en metales de fundición, que mezcla con el cuero en un trabajo minucioso cuyo objetivo es causar un impacto visual. «Hoy lo que todos queremos es llamar la atención, no pasar inadvertidos. Esa es la idea de las pandillas que cada viernes y sábado salen a cenar y se ponen sus mejores galas. No todo lo mejor se va a guardar para una boda, eso ya forma parte del pasado. Además, creo que a la bisutería no se la puede clasificar en alta o baja;  lo que existen son piezas especiales. Yo estudié Orfebrería y Metalistería para diseñar joyas, porque tengo familia en este sector tan puntero en Córdoba, pero me incliné por los complementos, que vendo en Doce y Hand, en Sevilla, y en el showroom de Blanca Zurita, en Madrid. Cuando hice los accesorios de la colección de Antonio García mezclé lo naïf con lo tribal y utilicé el latón, muy en la línea de Paco Rabanne, al que sus coetáneos llamaban el metalúrgico. A Fernando Claro lo último que le diseñé pecherines metálicos y collares. También he trabajado para Victorio y Lucchino, en Agua de Sevilla y he colaborado con Vicky Martín Berrocal».

La Fiesta Nacional

Pero punto y aparte merecen sus abanicos costumbristas, con escenas mayoritariamente taurinas, que vende y exhibe desde el primer momento en la tienda de Ignacio Pérez. » Hago lo clásico para la clientela, pero les doy mi punto artístico. Me hacen encargos gente de la moda y aficionados del planeta de los toros, porque yo llevo quince años colaborando con la empresa Pagés en las ilustraciones del programa oficial de mano y además soy una gran aficionada y creo que hay que comprender muy bien este mundo para opinar, porque la mayoría de las veces se hace desde el desconocimiento, como en estos momentos en que hay una especie de fobia a la Fiesta Nacional».

Esther Amo es polifacética y ella lo explica con sencillez: «Soy mamá, esposa y ama de casa. Mi carrera ha sido a base de paciencia, de estudiar la moda y de llegar a conclusiones tremendas como que en la actualidad es un caos. Los buenos referentes son pocos. El momento Dior es una exhibición, la alta costura en la pasarela se ha convertido en un espectáculo, por eso se espera más de las revistas que de las pasarelas. Saber de moda no es comprar lo último que se lleva. La moda es cultura que se aprende, pero para la que hay que tener cierta sensibilidad. Hay muchos diseñadores que sacan ropa de hace diez años y nos las quieren vender como vintage. Yo busco por todas partes un patrón de Balenciaga, de Pertegaz, de Paco Rabanne, de Berhanyer, un traje de cóctel o de chaqueta, bisutería, esas magníficas piezas de hace cuarenta años, que eran copias de la joyería. Me inspiro en el vintage porque ahí está la historia cultural, toda la trayectoria de quienes nos precedieron y dejaron huella. Ahí está Balenciaga, que creó escuela porque no sólo tenía técnica sino criterio. Me gustaría tener un traje del maestro de Guetaria pero por ahora me conformo con un vestido de cóctel de Mister Blackwell, de línea trapecio en crudo y la parte de arriba en rosa claro. También tengo un top de Paco Rabanne, cosas que compro cuando voy de viaje o le encargo a mis amigos, como un collar masai o ropa del Tíbet, y que cuido con mimo para que las herede mi hija».

Una forma de expresión

Para Esther Amo, la moda debería estar en los museos. «Hoy en día vestirse no es sólo una necesidad sino una forma de expresión y eso es arte. Hay a quien se le nota su personalidad en lo que lleva puesto. Las piezas que son excepcionales tendrían que estar expuestas, porque eso es una parte de la formación del individuo, aunque yo creo que la gente joven debería estudiar oficios relacionados con la moda y que se están perdiendo, porque el que tiene inquietud aprende y con paciencia se consiguen muchas cosas. Es un error considerar que se logra todo nada más empezar. A mí me gustaría aprender de una persona como Christian Lacroix. Muchos de los grandes deberían haber enseñado en su plenitud, porque ahora no tienen paciencia y piensan además que les van a hacer la competencia las nuevas hornadas de creadores».

Entre los planes de esta mujer que ha ido labrándose poco a poco su profesión, está el de hacer una línea de complementos, pero sin entrar en una producción masiva. «Me gustaría que fuera atemporal, que perdurara en el tiempo y alejada de las tendencias». Mientras tanto, sus obras  «oversize», de gran tamaño, aparecen  en los estilismos de las publicaciones de más solera y ella sigue a la busca y captura de la historia de la moda en forma de piezas que trascienden en el tiempo.