Christian Dior tenía cuarenta y dos años cuando el 12 de febrero de 1947 pasó a la historia con su famoso «New Look». La colección Corola de vestidos de faldas con mucho vuelo, que se abrían en flor a partir de talles muy estrechos y corpiños regios armados de ballenas. Carmel Snow, redactora jefa de la revista Harper’s Bazaar, cuando las revistas de moda tenían poder, le puso el nombre con el que pasaría a la historia de la moda.
Había dejado la carrera de Ciencias Políticas para dedicarse a la música, probar suerte como dibujante y luego como galerista de arte. Era un esteta y no acababa de encontrar su sitio. Hasta que llegó a la moda y lo hizo Dior. Setenta y dos años después, el próximo 2 de febrero, el Museo Victoria y Albert (V&A) de Londres inaugurará la exposición «Christian Dior: diseñador de sueños».
Hasta el 14 de julio se podrá ver esta muestra inspirada en la que se llevó a cabo el año pasado en el Museo de Artes Decorativas de París. Entre las más de doscientas piezas de alta costura veremos, por ejemplo y como novedad, el vestido que Christian Dior realizó para la princesa Margarita con motivo de su veintiún cumpleaños.
Según cuentan las crónicas, la exposición sobre Christian Dior supondrá la muestra de más magnitud sobre la marca francesa que se ha hecho en Inglaterra y será la exhibición de mayor tamaño desde que albergara «Alexander McQueen: Savage Beauty», el año 2015. Pero también demostrará la pasión que Dior sentía por lo británico.
Además de las doscientas prendas, encontraremos accesorios, fotografías, perfumes, maquillajes, ilustraciones, revistas y objetos personales del creador del «New Look». “Mi primera colección -escribió Christian Dior en sus memorias- tuvo la suerte de expresar el renacimiento de la ropa bien confeccionada, el retorno de la moda “bonita” que “favorece”.
Algunas voces se alzaron en contra de la cantidad de tela que empleaba en una época económica de vacas flacas, con la II Guerra Mundial recién terminada. Otras denostaron la artificialidad de la silueta. Pero Dior ha llegado a nuestros días terne, tal vez por su filosofía vital: “El entusiasmo por la vida es el secreto de toda belleza. No existe belleza sin entusiasmo”.