Antonio García, tal como somos

Fue en el Museo del Traje de Madrid,  en uno de esos días en los que la capital está que hierve. Por un lado, Ángela Merkel, de invitada o de anfitriona, todavía estamos con la duda, y por otro, la noche mágica de la moda, organizada por Vogue, y donde muchas firmas no cerraban las puertas en todo el día. Estaban los incondicionales de Antonio García, llegados vía AVE desde Sevilla, pero aunque no hubieran estado, su colección para el próximo verano hubiera sido lo que fue, un éxito. 

Es verdad que una pasarela es un espectáculo. Lo dice todo el mundo, diseñadores y público en general, pero hay quien con la boca chica pide a gritos un desfile  normal y corriente; es decir, un desfile donde lo que se exhiba te lo puedas poner mañana o cuando toque, en este caso la primavera-verano del 2013. El escenario era de lujo, los jardines del Museo del Traje, donde se guardan las mejores piezas de los grandes de la aguja y el dedal, y el marco, la pasarela madrileña MFSHOW, una propuesta independiente a la exCibeles.

La colección es elegante, muy femenina y compleja en su sencillez ¿Quién ha dicho que lo sobrio es fácil? A veces el barroquismo es una excusa para ocultar carencias. Este salir a cuerpo descubierto es de una gran valentía, porque sus diseños eran «transparentes», no había trampa ni cartón. La hechura iba acorde con unos tejidos muy livianos, desde gasas o crepé a detalles de faya, un signo distintivo de la Casa, pasando por tejidos tecnológicos, en un alarde de cosmopolitismo.

En la colección se daban la mano los blancos impolutos, con el azul marino, el camel, el rosa y el verde y un estampado, discreto, no por su tamaño, sino por su colorido y la distribución de las flores. Un diez para ese verde botella y matrícula de honor por saber darle a las cremalleras su verdadero protagonismo, muy en la línea de Elsa Schiaparelli, la primera creadora que diseñó vestidos, donde las cremalleras llevaban la voz cantante.

No le faltó un perejil a la colección. En su conseguida elegante sobriedad, destacaban unas joyas en forma de raspas de pescado, en doradas, aunque variaban y a veces era el pescado entero el que aparecía en una esquina de la falda o en el pelo de las modelos, peinadas con una melena lacia, que contribuía a reafirmar la imagen de mujeres delicadas, livianas, como si fueran venus saliendo de las aguas, pero de las aguas del siglo XXI.

Antonio García, sevillano, con muchos años de oficio, ha unido en los últimos tiempos sus fuerzas creativas a las de su hermano Fernando, quien lo ha introducido también en el mundo del cine. El resultado salta a la vista. Antonio García no sólo ha participado en los foros de moda en Sevilla, sino que también ha estado presente en la Semana de la Moda de la República Checa, en la Russian Fashion Week o en Styl Kabo. Ahora en Madrid nos ha demostrado que se puede salir a escena con una colección que nos muestre tal como somos.