AZUL VERINO

por Clara Guzmán

Azul, la mañana es azul, cantaba, por ejemplo, Gloria Lasso su particular «Mañana de Carnaval». Y nosotros no reparábamos en que las mañanas también son cromáticas. Se les suben y se les bajan los colores, en función de su estado de ánimo. Con la música de Luiz Bonfá y la letra de Antônio Maria, se compuso la que después sería una de las canciones brasileñas más conocidas. Fue encargada exprofeso para la película «Orfeo negro», de Marcel Camus, con una cadencia entre romántica y melancólica. Hace unos meses, cuando el coronavirus no nos había cambiado la vida, Pantone decidió que el color 19-4052 Classic Blue iba a ser la tonalidad del 2020.

Es sedante, reconforta. Es un color que tiene muchos matices. Desde el intenso al apagado; del aguamarina al Klein, pasando por el desvaído que entronca con el empolvado. Me gustan todos porque me llenan de vida. El diseñador gallego Roberto Verino, (www.robertoverino.com/es/) en su colección «Legado,» también se inclina por el azul. Azul Verino, lo he bautizado yo y hoy traigo a telademoda algunas de sus propuestas. Como también traigo un poco de historia del azul, ese color con el que Pantone quería inundarnos este año. Queda pendiente para cuando nos hayamos liberado de las garras invisibles de este virus. Estamos todos emplazados.

“Los alemanes iban de gris y tú vestías de azul”. Le dice Rick, Humphrey Bogart, subido, según unos en un escabel y según otros, los más prosaicos, en unos ladrillos, a Ilsa, la esbelta Ingrid Bergman, en la eterna película “Casablanca”. Evocaba Rick el París ocupado y recordaba el color del vestido de su chica el día en que se conocieron.  Si “Casablanca” ha perdurado en el tiempo ha sido, entre otras cosas, porque los protagonistas cumplieron con creces los sueños románticos no sólo de aquellos años en blanco y negro, sino incluso de los actuales de colores. Ese canalla sentimental que tantas adeptas tiene (aún muerto gana batallas, como el Cid) era capaz de meterse en el bolsillo al auditorio rememorando una fecha y a la mujer de su vida vestida con el sexto color del espectro solar.

El azul, al que los egipcios ligaron con la verdad, y por tanto con sus dioses, puede tomarse de diversas plantas. Una es el pastel o glasto, cuyas hojas contienen la materia colorante, obtenida por decocción o por trituración de la hoja seca y reducida a una pasta que se deja fermentar; otra, el añil o índigo, conocido desde la antigüedad en Europa, ya que al ser su rendimiento muy superior al del pastel, su cultivo no se propagó para no acabar con éste. Sin embargo, fue introducido por los españoles en América, por los franceses en Las Antillas, y declarado libre en Francia en 1737, según leo en “El traje, imagen de hombre”, de Yvonne Deslandres.

Coco Chanel, esa revolucionaria de la moda y de los modos, lo elevó a la categoría de color burgués. El color de la buena vida, relajada y despreocupada en la cosmopolita Costa Azul. Cuentan que Marlene Dietrich emprendió el camino hacia la eternidad vestida, más bien amortajada, para entendernos, con un modelo de ese color firmado por la señorita de la Rue Cambon. Pero fue la creadora Jeanne Lanvin la que le dio trascendencia en el mundo de la moda, al crear una paleta innovadora inspirada por el mundo del arte. Así lanzó el azul Lanvin. Un azul denso y no muy oscuro, como el color azul cobalto, inspirado en los frescos de Fra Angélico.

Pero antes de que llegara el denim, el vaquero estandarte de la rebelión juvenil, que se ha convertido en un clásico del desenfado en la vestimenta de cualquier edad, el azul ha dado mucho de sí.  Luis II de Baviera, coetáneo de Wagner, con el que tuvo sus tiras y aflojas, muy propios de una relación entre egocéntricos, vivía rodeado de azules en su Palacio de la Residenz, porque le daba la paz espiritual que necesitaba. Claro que un siglo antes, en el XVIII, y en Inglaterra, una serie de mujeres iniciaron un nuevo modo de vida social intelectual creando unas denominadas “fiestas de conversación”.

Uno de los asistentes de aquellos salones, el botánico Benjamín Stillingfleet, solía acudir vistiendo medias burdas de estambre azul, mientras lo formal hubiera sido de seda. De ahí se dio en llamar al grupo Bluestockings (medias azules), término que se empleó para subrayar que lo importante era el pensamiento y no la moda, aunque más tarde se utilizó dicho vocablo para describir peyorativamente como pedantuela a toda mujer con inquietudes intelectuales. Lo leí en la revista “La aventura de la historia” y me pareció curiosa la relación entre el color y una actitud de vida. Claro que, a pesar de los años pasados, siempre nos quedará “Casablanca”, Rick, Ilsa y ese azul imbatible entre tanto gris…

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