“No hay nada más difícil que vestir a una sueca y nada más fácil que vestir a una mujer de color». Lo dijo Yves Saint Laurent, al que llamaban El Príncipe en el París de los sesenta, donde tenía su reino. Nacido en Orán el 1 de agosto de 1936, en el seno de una familia acomodada, estudió Lenguas modernas, pero en 1953 participó en el concurso de diseño organizado por el Secretariado Internacional de la Lana y obtuvo el tercer premio. Un año después se hizo con el galardón por el diseño de un traje de cóctel, que después sería realizado por Givenchy.
Pero no todo fue un camino de rosas en la vida de Henry Donat Mathieu; sí, su verdadero nombre. “Era feliz dentro de mi familia, pero no en la escuela, donde era muy desgraciado, muy maltratado. Mi homosexualidad, sin duda… Mis compañeros de clase veían claramente que yo no era igual. Así que hicieron de mí su víctima propiciatoria. Me pegaban o me encerraban en los retretes…” Su obsesión, desde que tenía nueve años, era triunfar y que su nombre apareciera en un luminoso en los Campos Elíseos. Esa sería su venganza, porque lo consiguió.
«Después del vaquero no hay nada que hacer. Me gustaría haber inventado el «blue jean». No, Yves Saint Laurent no inventó el vaquero, no, pero dejó para la historia de la moda prendas, algunas sacadas del guardarropa masculino, que enaltecieron a la mujer. La sahariana, el jumpsuit (mono en español) o el esmoquin. «El esmoquin- dijo- es un indumento para la eternidad. No lo abandonaré nunca. Además, la mujer nunca ha sido tan femenina como cuando ha ido vestida de hombre».
El negro fue un color fetiche para el creador, que se retiró de la escena en enero de 2002, tras cuatro décadas en el mundo de la costura y seis años antes de morir, el 1 de junio de 2008. «El negro es esencial, pero la comodidad es lo principal de la elegancia, aunque, ¿la elegancia no es olvidar lo que uno lleva?». Pero Yves Saint Laurent, quien con 21 años se puso al frente de la Casa Dior, al morir el creador del «New Look», llegó a la conclusión de que «con los años he aprendido que lo mas importante en un vestido es la mujer que lo lleva puesto».
En 1966 inaugura su primera boutique Rive Gauche, que diez años después se convirtió en una cadena mundial de ciento cincuenta tiendas repartidas por todo el mundo. En 1974 comienza su línea masculina y cuatro años más tarde y sólo para los Estados Unidos lanza una línea infantil de pret-à-porter. Culto y refinado, amante de las letras y la pintura, interpretó en una colección la obra de Mondrian. Pero no por eso dejó de decir: «Para mí es físicamente doloroso ver a una mujer esclavizada y rendida patéticamente a la moda».
Porque «la prenda más bella que una mujer puede llevar son los brazos del hombre que ama. Pero para aquellas que no tienen la fortuna de haberlo encontrado, ahí estoy yo». Sí, porque Yves Saint Laurent tenía la debilidad que suelen poseer los genios: la necesidad de sentirse únicos. «He tratado de mostrar que la moda es un arte. He seguido a rajatabla los consejos de Christian Dior y he tratado de prever hoy aquella moda que la gente se pondrá mañana». Claro que, “en la alta costura, y en los próximos años, detrás de mí no vendrá nadie que merezca la pena. No veo ni un sólo talento”. Bueno, algo así, como detrás de mí, el diluvio, que dicen dijo Luis XV.