«Chic» y «glamour» son dos vocablos foráneos que están a la orden del día. El primero ha quedado un tanto relegado no sólo por ser de origen francés y el segundo lo tenemos hasta en la sopa. A veces una sopa un tanto grumosa. Me he puesto a pensar en estos dos términos ante ese despliegue estético de la ya esposa del actor George Clooney, Amal Alamuddin. Abogada y escritora libanesa nos ha dejado babeando, porque es lo que se suele decir una señora. No hace falta hablar con ella para saber que tiene personalidad, criterio, cuerpo y estilo. Esto último salta a la vista.
Pero, vayamos por partes. «Chic», según leo en el «Diccionario de la moda. Los estilos del siglo XX», de Margarita Rivière, experta en la materia, es una palabra francesa que designa el buen gusto y la originalidad en la forma de vestir. «Fue equivalente a elegancia durante más de un siglo. Se utilizó intensamente ligada a la alta costura, por lo que fue perdiendo vigencia a partir de los años sesenta». Es cierto, además, el francés fue perdiendo gas en favor del inglés, que se convirtió en el idioma universal.
El francés quedó etiquetado como idioma cursi y de señoritas de dedo meñique tieso a la hora de coger la taza de té. No obstante, cualquiera por poco versado que esté en moda sabe descifrar el significado de «chic». «Glamour», por su parte, significa el atractivo o encanto especial y llamativo que posee una persona o cosa, especialmente relacionado con el espectáculo o moda. Es cierto que «glamour» echó a andar en el vocabulario a la par que Hollywood tomaba posiciones, allá en los años treinta.
A «glamour» le añado los adjetivos voluptuoso y sensual, que suelen ser inherentes a las actrices de cine. La gran pantalla aportó una manera de ser y de estar a la mujer, de la que luego se contagiaron algunas modelos. «Chic», por el contrario, tiene otras connotaciones: femenino, distinguido, sin llamar la atención, como dicen los que saben que es la verdadera elegancia. La mujer «chic» no tiene que competir para no caerse del cartel; tiene que sentirse a gusto en su piel.
Amal Alamuddin, la guapa señora Clooney, es, según mi entender, una mujer «chic». Tiene 36 años y, según los modistas de aguja y dedal, a partir de la década de los treinta la mujer empieza a ser elegante porque madura. Bueno, Cicerón decía que madurábamos a partir de los cincuenta, pero en su época pocos llegaban a coger el cinco. O sea, que… «Chic» siempre me pareció Audrey Hepburn, que derramaba clase, esa que todo el mundo sabe que sólo se transmite por vía láctea.
«Glamour» a raudales exhalaba por todos los poros de su piel Ava Gardner. El animal más bello del mundo, como la bautizó no sé quién, pero con mucho fundamento. Encanto especial tenía Marilyn Monroe, aunque siempre me pareció vulgar, lo siento por sus admiradores, aunque reunía la sensualidad y la voluptuosidad requeridas. Rita Hayworth representaba el «glamour» que Hollywood le pedía a las estrellas y Lauren Bacall tenía esa mirada felina y, por tanto, cazadora. Y así un sinfín de actrices que dieron carta de naturaleza a un vocablo que ahora se utiliza, a veces, sin ton ni son. Quizás porque está demasiado desgastado por su mal uso.
1 comentario
Clara, he leído el artículo enterito casi sin respirar, que interesante me ha parecido.
Yo hace mucho tiempo, que sin sabe bien porque, decidí que me gustaba mucho mas ser «chic» que «glamurosa».
Ahora se que es porque me gusta ser mas discreta que llamativa.
Muchas gracias por tu artículo
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