«Los alemanes iban de gris y tú vestías de azul». Le dice Rick, Humphrey Bogart, subido, según unos en un escabel y otros, en unos ladrillos, a Ilsa, la esbelta Ingrid Bergman, en la eterna película «Casablanca» que hoy cumple setenta años de su «première» en el Teatro Hollywood de Nueva York. Evocaba el París ocupado y ese tierno/duro de Rick ponía una pica en Flandes al recordar el color del vestido de su chica el día en que se conocieron. Si «Casablanca» ha perdurado en el tiempo ha sido, entre otras cosas, porque los protagonistas cumplían con creces los sueños románticos no sólo de aquellos años en blanco y negro, sino incluso de los de colores. El hombre curtido capaz de renunciar a su gran amor por lealtad a un congénere tan idealista como él. Ese canalla sentimental que tantas adeptas tiene entre el mujerío era capaz de ganarse al auditorio rememorando una fecha y a la mujer de su vida vestida con el sexto color del espectro solar. El azul, el ángel y el demonio de una sociedad que, desde tiempo inmemorial, le hizo abanderar su nobleza y señorío o su más descarada libertad. En Bizancio, el azul era el color de la aristocracia. Coco Chanel lo elevaría a la categoría de color burgués y cuentan que Marlene Dietrich emprendió el camino hacia la eternidad vestida con un modelo azul de la señorita de la Rue Cambon. Jeanne Lanvin también lo ensalzó y lo utilizó en tantas ocasiones con un tono tan peculiar que con el tiempo quedó para la historia de la costura como «el azul Lanvin». Más tarde llegaría el denim, el vaquero, estandarte de la rebelión juvenil. Lo importante es que, a pesar de los años pasados, siempre nos quedará «Casablanca», Rick, Ilsa y ese azul imbatible entre tanto gris.
…Y tú vestías de azul
entradas anteriores
8 comentarios
Ay, canallas los hay a punta pala, mi niña. Propongo que se haga una web con los nombres de todos esos canallas que hay por ahí. para que dejen de hacer canalladas. Pero Rick, como dice alguien, no sólo era un idealista era un luchador por la libertad.
Esa es otra historia.
Juan, a mí también me emocionó esa secuencia, pero lo que me ha encantado es la originalidad de este artículo.Mira que se han dicho cosas de Casablanca, pero nunca desde este punto de vista. Ole por la bloguera, perdón, periodista.
Los canallas con encanto siempre dejan su huella, pero como reza el dicho popular «La cabra siempre tira al monte»… Al menos se acordaba como iba Ilsa vestida, eso es mucho!!!
Hay una escena de esta película que me sigue emocionando, a pesar de haberla visto decenas de veces. Varios oficiales alemanes cantan en el local de Rick «Die Wacht am Rhein». El resto de la clientela calla intimidado sin atreverse a rechistar. En esto, el marido de Ilsa, el resistente huido Laszlo, le pide a la orquesta que toque «La Marsellesa». Primero con miedo y luego con rabia y orgullo, más y más parroquianos se van animando a cantarla, ocultando las voces de los oficiales nazis, que asisten impotentes a esta «rebelión», y terminando con gritos de euforia de «Vive la France» «Vive la liberté». En el año 1942, casi toda Europa estaba ocupada por los nazis. Casablanca no es solo un sueño romántico, es un canto a la libertad.
Le he pedido por favor a la bloguera que me deje contar mi historia y espero que me conceda ese privilegio. Mi primer novio se parecia a Bogart, era un canalla, y yo creía que tierno, el tiempo me demostró que no.Después de 25 años sin vernos y de haberme dejado tirada por una chica más que vulgar, volvió a mi vida, los dos con nuestras vidas ya resueltas. Creía que iba en serio pero me volvió a dejar. Me equivoqué, creía que los canallas también podían ser sentimentales y románticos como Rick, pero eso sólo pasa en las películas. Al menos siempre nos quedará Casablanca.
Gracias si me lo has publicado, porque lo he resumido mucho.
Qué curioso, a mi también me enamora Casablanca.
Muy original y muy bien escrito. Felicidades.
Delicioso artículo.Chapeau.
Los comentarios están cerrados