Soy de letras, pero siempre he oído decir que no hay que poner nunca todos los huevos en la misma cesta, sobre todo a efectos financieros. En esas cuestiones soy lega en la materia, pero es de sentido común, el menos común de los sentidos, que si abres más el abanico, más posibilidades tendrás de éxito. En la moda también es así. Tienes asentada tu marca y pruebas fortuna en otras líneas. Es el caso de las zapatillas Victoria. Tras las primeras incursiones en el sector textil la pasada temporada, esta primavera lanza una mini colección de sudaderas. Para cuando llegue de verdad el buen tiempo tenemos la opción de «Victoria Things».
En la bautizada como colección Biarritz, inspirada en las playas de esta distinguida ciudad francesa, encontramos además de la sudadera, toalla, bolsa y neceser a juego. Las rayas son las protagonistas, tanto en las prendas como en los accesorios. Todo en consonancia con sus zapatillas, la base de esta marca española. Las Victoria nos transportan a aquel calzado veraniego de los setenta y ochenta cómodo, práctico y estiloso. Una marca que ha ido evolucionando con los tiempos y se ha adaptado a los gustos actuales, lanzando unas zapatillas de excelente calidad. Unas «sneakers», que es como se las conoce popularmente en esa fiebre de anglicismos que nos invade.
Prefiero el más castizo e incluso cariñoso de «zapas». Personalmente, me gustan. Tienen todo lo que necesito y además son marca española. Porque la historia de los calzados Victoria se remonta a 1915. En una pequeña localidad riojana, Gregorio Jiménez tuvo la ocurrencia de crear unas zapatillas a las que llamó con el nombre de su mujer, Victoria. Un nombre muy alentador. La marca logró un número de ventas impensable y en 1928 se trasladó a Logroño y amplió sus instalaciones. Como cualquier empresa, tuvo sus altibajos, pero en la actualidad exporta a diversos países y ha apostado también, como toda marca que se precie, por la sostenibilidad.