Al rojo le pasa como al blanco. Siempre están dispuestos a vestir el verano. Tradicionalmente, el rojo simboliza la fuerza, la vitalidad y el calor, así como la existencia de un peligro inmediato. Fisiológicamente, este color produce al verlo un aumento de la presión sanguínea, del ritmo de la respiración y de los latidos del corazón, preparándonos para emprender una acción física inmediata ¡Uff! cómo está el patio.
El patio veraniego está como siempre; es decir, con ganas de pasarlo bien, de olvidar al jefe gruñón, al compañero suavón, al odioso despertador y a la familia dando órdenes, consignas y señales de que no debes desviarte del carril. Es decir, olvidarte de la rutina y explorar nuevos mundos, aunque sea en la piscina municipal. Nunca se sabe dónde puede estar la aventura veraniega. Nunca.
Lo que sí sabemos es que el rojo puede ser el perfecto aliado para emprenderla. El rojo que incrementa las ganas de pasarlo bien. Una mujer vestida de rojo va derrochando fuerza, aplomo y todas esas cualidades necesarias para comerse el mundo. Biquinis, bolsos, vestidos, zapatillas, combinaciones con otros colores que antes eran tildados de anatema cromático, el rojo se impone este verano. Con fuerza, no por la fuerza.
El rojo, que ha sido siempre el color de la alegría y de la potencia, puede obtenerse de diversas maneras. La púrpura, el colorante más apreciado del mundo antiguo, se perdió y fue reencontrado casualmente en el siglo XIX, gracias al zoólogo Henri de Lacace-Duthiers durante un viaje a las Baleares. La púrpura se encuentra en un molusco del Mediterráneo: el múrice, del que existen diversas variedades.
El rojo vivo, convencionalmente, está restringido a las mujeres en los albores de su sexualidad y se piensa que es impropio para quienes han superado esta etapa. Por otra parte, no se piensa que sea poco favorecedor para los hombres mayores, aunque el que tiene más de 50 años y se pone una camisa escarlata está reivindicando, como sus colegas varones más jóvenes, su derecho a un alto potencial sexual o agresivo.
Esto se lo he leído a Alison Lurie en “El lenguaje de la moda”, y ya saben que en la realidad cada uno hace de su capa un sayo. Faltaría más. En verano, además, se relajan las costumbres y todo el mundo pone el contador a cero y pobre de aquel que no supere los mil kilómetros cuando echa el cierre, porque tiene que acudir presto a su imaginación para fardar con los amigos. Claro que antes tiene que haber apostado todo al rojo.
1 comentario
Me encaaanta el rojo.
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