Salvatore Ferragamo, la Casa italiana que tiene su origen en un zapatero con inquietudes que triunfó en Hollywood en los años veinte, mira de frente al lujo en su colección de otoño-invierno. Sin andarse con rodeos ni marear la perdiz, que parece una actitud muy actual, homenajea a su fundador reavivando la esencia de la firma, ese disfrutar a todas horas del «esplendor del lujo».
El lujo y, por supuesto, la alegría de vivir, que nada tiene que ver con los posibles que uno disponga en su bolsillo. La campaña publicitaria, que ya transmite elegancia y exquisitez, ha sido realizada por el fotógrafo Craig McDean y protagonizada por los modelos James Rousseau, Ine Neels, Valery Kaufman y Ming Xi. Pero es el acento que la colección pone en el color lo que a primera vista más llama la atención.
Se llevan los dameros, los lunares, los estampados en zigzag, las rayas, todo en un combinado en el que los complementos cuentan con papeles principales en el elenco. Con una materia prima de diez, la sensación de comodidad y confianza que imprimen las prendas hacen que, efectivamente, se dirijan a ese público cosmopolita que anda por la vida con espíritu viajero, que es un espíritu de doce meses, no sólo de agosto.
Un espíritu dispuesto a saborear los placeres de la vida, los tangibles y aquellos que están en el aire, pero que hay que trabajárselos con sutileza. Faltaría más. Así las mujeres de Salvatore Ferragamo lucirán faldas elegantes y proporcionadas, y los hombres una refinada sastrería, aunque siempre la creatividad y la artesanía serán las encargadas de que el resultado final tenga tantos admiradores.
Para incidir mucho más en el mensaje de que ¡viva el lujo! pero sin hacer ostentación; o sea, como ha sido siempre el lujo, Theo Stanley ha dirigido una pequeña película (un cortometraje, para entendernos) donde sus protagonistas lucen las prendas de la colección de otoño-invierno en un escenario muy italiano. En una villa clásica juegan al escondite, en ese ambiente de dolce far niente tan cinematográficamente burgués.
Es verdad que la campaña insiste una y otra vez en que la Casa Salvatore Ferragamo camina al compás de los tiempos, pero sin olvidar la herencia de su fundador. Una herencia que habla de artesanía hecha a conciencia y de vivir la vida sin renuncias. Vivirla en todo su esplendor, y en todo su esplendor, el lujo, evidentemente, es uno de sus invitados de excepción.