Lina: «Soy una modista con suerte»

Lina prueba el traje de novia de Isabel Pantoja, una de sus asiduas clientas

Sus únicas medallas son sus seis hijos, asomarse al espejo y comprobar que puede seguir mirando a los ojos de los demás de frente y por derecho. Dice que es una modista con suerte, pero yo le replico que la suerte suele ser una señora caprichosa a la que, de vez en cuando, hay que zarandear para que no se le olvide su oficio. Y Lina, maestra de la aguja y el dedal, se ríe con esa sencilla dignidad que la hace regia

Hoy celebra sus cincuenta años con la profesión, con una fiesta en  la Casa Palacio Bailén de Sevilla, porque alguna vez tenía que ser. «Cuando nos casamos no lo celebramos porque no teníamos dinero; en las bodas de plata, tampoco, porque mi madre no estaba buena. Ahora, Francisco no está pero sigue conmigo, y las bodas de oro esas sí que hay que celebrarlas». Francisco es Francisco Montero, el hombre de su vida. De una vida que pasó del blanco y negro al color gracias a la tenacidad de una mujer que supo llenar de luz una existencia sombría.

Cuando la Reina Doña Sofía era Princesa lució un traje de flamenca de Lina

«¿Que quién es Lina? Pues Lina es una modista con suerte. La suerte es encontrártela. La queremos todos, pero va llegando con el tiempo y cuando te das cuenta tienes 78 años. Lo importante es trazarte una meta y se llega si se es sincero y formal en tu trabajo y además te gusta y disfrutas con él, pero sobre todo si lo sientes en el alma y en el corazón. Yo nací en el año 32. Al poco tiempo empezó la guerra, se destruyeron muchas familias y lo pasamos mal, muy mal. Con diez años me puse a trabajar pegando botones para la ropa de los soldados. A mi lado, mi cajita de los recortitos y mis muñecos de barro. Los vendían en la calle y tenían los brazos abiertos como si fueran crucificados. El pelito se lo teñían con azafrán y los pies con añil para que pareciera que llevaban zapatos. Al probarles las prendas se solían romper los bracitos y yo los pegaba con jabón verde hasta que decidí hacerlos con tela. Recuerdo que los pelos eran ovillos de hilo, como si fueran de época. Aquéllos muñecos eran mi ilusión. La ilusión de una niña trabajadora».

La duquesa de Alba, gran amiga de Lina, suele llevar sus creaciones

Otro año sin Medalla

Y de aquellos rudimentarios muñecos a vestir a las reinas del Carnaval de Cádiz, a la princesa Sofía, a la duquesa de Alba, a su hija Eugenia, a Rocío Jurado, a Isabel Pantoja, a Pasión Vega… A ser la maestra, la Christian Dior de los trajes de flamenca, como la definió John Galliano, el director creativo de la Casa francesa. Pero a Lina sólo le preocupa estar a bien con su conciencia. No lo dice, no hace falta, se le nota. Sobre todo cuando le comento que otro año sin que le den la Medalla de Andalucía. «Hay mucha gente que se lo merece más que yo».  Y se queda tan pancha. A ella lo que le gusta es hablar de su Francisco, de lo guapo que era, de la cantidad de mujeres que le iban detrás y de la suerte (otra vez la suerte) de que se fijara en ella.

«Vivíamos en la misma casa de vecinos, en la calle Salao. Era torero, Curro Montero era su nombre,  y lo apoderaba Juan Pareja-Obregón. Me pedía revistas  y me las devolvía con una nota: «El viernes, en El Gran Poder», y así estuvimos siete años de novios. Yo cosía  lo que me salía y él trabajaba en «El Bazar español», de la calle Sagasta. Allí lo animaban a seguir con los toros y yo lo desanimaba, hasta que formalizamos lo nuestro y nos casamos. Fue en el año 1960  y allí empezó todo lo bonito que me ha pasado en mi vida. Yo me dedicaba a la aguja, porque no fui ni al colegio; aprendí sola a leer, a escribir y a sumar. Francisco lo dirigió todo, hasta me cambió el nombre; me puso Lina, porque realmente yo me llamo Marcelina».

Dice y no hace falta que lo diga, se le nota, que no ha sido ambiciosa ni nunca ha sentido envidia. «Es más feliz el que da que el que recibe. Lo he sentido cuando no he tenido nada, nada. Tuve que bailar, peinar y coser hasta que me pude comprar una máquina de coser Alfa con correa. Yo tendría 20 años y cuando nos casamos lo primero que hizo Francisco fue ponerle motor a aquella máquina. Sí, he trabajado muchísimo y he criado a mis hijos, aunque siempre he estado en el taller. Ahora que tengo ocho nietos echo de menos haber achuchado más a mis hijos».

Esta foto de Grace Kelly con un traje de flamenca de Lina dio la vuelta al mundo

En blanco y negro

Tuvo que pasar mucho tiempo para que Lina no viera su vida en blanco y negro. «Miraba hacia atrás y no había color, todo era sombrío. Fue cuando empecé a recrearme en mis hijos, todos con carreras, todos muy buenos. Mi Rocío heredera del oficio desde hace cinco años, con una gran capacidad para ejercerlo; Mila, encargada de los complementos y muy viva, muy lista… Soy una mujer muy creyente. Rezo a mi estilo a diario. Pido por todo el mundo que lo necesita y mi Virgen de Fátima no me defrauda. Soy devota desde que la vi por la calle cuando yo era niña. La llevaban en parihuelas por la Alameda de Hércules. Fue en esa época en la que nos parábamos y había que subir el brazo pa arriba. Me impactó aquella Virgen; yo sólo miraba su carita y le pedía muchas cositas. Luego he ido a Fátima varias veces».

Si echa la vista atrás, dice que la televisión ha cambiado a la gente en estos cincuenta años. «Hay más ambición, todo el mundo quiere tener todo lo que sale allí. Antes, con menos disfrutábamos más. Jugábamos al tejo, a saltar y hoy se desconocen esos juegos. Con una tostá con aceite, un vaso de leche y una torta de Inés Rosales estábamos contentos, cuando lo teníamos, que no era siempre… ¿Qué cómo está Sevilla ahora? Pues está en el mismo sitio. Dependemos de todas esas personas que van imponiendo su criterio, porque lo único que puedes llevar a tu gusto es tu casa».

Lina y sus hijas Rocío, heredera del oficio de su madre, y María del Mar, con el director creativo de Dior, John Galliano, cuando visitó el taller en 2006

La moda flamenca

Con su sempiterno moño, su cara despejada, como una señal inequívoca de que está abierta al mundo, y sus ojos habladores, Lina dicta sentencia. Son sentencias de quien está de vuelta de todo. «A la moda flamenca la veo con mucha animación. Antes éramos muy pocos. Estaba Maestre, un modisto del que no sé nada y luego llegó Salao. A partir de ahí, miles, y me alegro porque el sol sale para todo el mundo. De todas formas, como consejo yo pediría que cuando vayan a hacer un traje que piensen en Andalucía y en Sevilla. Tenemos muchas cosas para inspirarnos, pero también creo que se debería conservar el estilo de cada provincia, como el traje de verdiales de Málaga, o el de piconera de Cádiz. A mí me inspira cualquier cosa y cuando termino un traje digo que debería pagarlo y no cobrarlo de lo que disfruto haciéndolo».

Para Lina fue una gran satisfacción que John Galliano, el director creativo de Dior, se interesara por su costura en el año 2006. Lo cuenta con la sencillez de quien nunca se ha tuteado con la sofisticación. «Vinieron dos señoritas en marzo y, con mucho misterio, nos anunciaron la llegada de una persona de esta Casa. Mi hija Rocío me dijo que seguramente sería Galliano y yo le contesté: ¿Y ese quién es? Llegó tres días antes de la Feria y era tan cariñoso que nos lo llevamos a tomar un refresquito al bar Europa. Me agarró del brazo y allá que nos fuimos. Estuvo en el taller, entró en el almacén, levantó los volantes, hizo fotos, como si estuviera en su casa, así le dije que se sintiera. Luego nos invitaron a su taller en París. Eso es otro mundo y eso fue otro regalito que me dio la vida».