Elio Berhanyer, la esencia de la costura

Se quejaba a todas horas de que en su patria no había habido alta costura por razones ajenas a la aguja y al dedal, pero sus colecciones rozaban las alturas y eran, al igual que las de sus coetáneos Pedro Rodríguez y Manuel Pertegaz, obras de arte que el tiempo iba ennobleciendo.  Elio Berhanyer, niño que mendigaba el pan y la sal de la vida en los sevillanos jardines de Murillo cuando la incivil guerra se cruzó en su camino, logró crear un estilo propio. Un estilo que tiene sus detractores, pero ante el que hay que descrubrirse porque es la esencia de la costura. No quiso tener la influencia de maestros de la talla de Balenciaga o Yves Saint Laurent, a los que declinó su invitación de trabajar en sus talleres. El tiempo le dio la razón y con gran esfuerzo y tesón logró esa impronta Berhanyer de la que, desgraciadamente, tanto ignoran las nuevas hornadas de diseñadores.

«No todos los trajes son arte ni todos los pintores pueden estar en el Museo del Prado, pero un traje es arte cuando hace 50 o 100 años era bello y sigue siéndolo ahora y puede seguir siéndolo dentro de cien años. Si las siguientes generaciones siguen opinando que es bello, eso ya entra en la categoría de arte». Son palabras del modista, que tiene al negro y al blanco como sus colores fetiches.

 

Un día, en medio de sus eternas conversaciones salpicadas de anécdotas, me dijo: «En el Nueva York de los sesenta y setenta, una mujer vestida de negro y con un collar de perlas era por antonomasia una española. Tal era la fuerza del legado que los Austrias nos dejaron».  Entonces, estábamos hablando de Felipe II y de ese negro que exportó a las Cortes europeas, como símbolo de la elegancia del siglo XVI. Era el año 2008 y Berhanyer presentaba en el Casino de la Exposición de Sevilla, dentro del foro «Moda de Sevilla«, la «colección de mi vida», un alarde de elegancia y buen hacer que zarandeó de una tacada a la adormecida estética.

Elio, que no pudo desfilar en la pasada edición de Cibeles, solía decir que la moda no puede hundirse con la crisis, porque entonces estamos perdidos. «Es precisamente en época de grandes recesiones cuando se gastan más telas y nacen los modelos más brillantes y coloristas. El New Look de Dior, en el que primaban las faldas acampanadas, llenas de tela, surgió después de la II Guerra Mundial». Elio es una mina, un hombre lleno de inquietudes para el que la edad no es un freno, sino un motor. Me quedo con una de sus apreciaciones más curiosas.  «A partir de los 35 años, empiezan a deteriorarse todas las partes más visibles del cuerpo, a excepción de las piernas, que es lo que menos se estropea. De ahí que la mujer quiera enseñarlas». Usted sí que enseña, maestro.