Desigual menos Desigual

por Clara Guzmán

 

Telademoda

 

Desigual, la firma de Thomas Meyer, un atractivo suizo afincado en Barcelona, como su empresa, acaba de atravesar esa serie de convulsiones empresariales inherentes a una firma en ebullición. Cuando no bulles no te arriesgas a nada. Una cosa es que haya tiras y aflojas en los despachos, y otra bien distinta que afecten a las colecciones y se apaguen. Vamos, que Desigual deje de ser Desigual.

 

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Desigual, que lleva por bandera ese eslogan tan sugerente de que «La vida es chula»; chula porque se vive al máximo, se exprime y se llena de color, que es un síntoma de alegría, dicen los sicólogos, ha rebajado ese entusiasmo por los tonos alegres y chispeantes en la colección otoño-invierno 2016, a tenor del desfile presentado recientemente en la Semana de la Moda de Nueva York.

 

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Tampoco hay que caer en el absolutismo del negro para decir que Desigual ha bajado grados de color en su colección. El color se ha quedado para dar pinceladas no para ser protagonista de una colección, que mezcla un sinfín de culturas. Y las mezclas cuando son demasiadas acaban por convertirse en una almoneda, donde las joyas pierden valor y tampoco se realzan las baratijas. En fin…

 

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La colección, que tiene el «patch» (parche, retal)  como metáfora de la diversidad y que es la seña de identidad de la firma, ha bebido en las flores exóticas de Japón y en extremo Oriente como el diente de león, la flor del almendro o del cerezo, los motivos geométricos otomanos y los grafismos bizantinos. Los cuadros descomunales y los tartanes se hacen visibles en lanas y «jacquares».

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También hay terciopelos, micropanas, acolchados, adamascados, flocados, blondas, crepés de doble faz o mohair. Los colores van desde el rojo hasta los marrones, púrpura y berenjena, con toques de amarillo. El grafismo del contraste entre el blanco y el negro, el verde hoja, el caqui y el azul Bizancio.  O sea, los tonos clásicos del invierno; clásicos para cualquier firma que no sea Desigual.

 

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Respecto a la hechura, los sesenta vuelven ¿o acaso no se han ido nunca?  Los vestidos en terciopelo, estampados o en su versión pichi son una de las estrellas de la colección. La colección cuenta también con faldas evasé y maxi largas y vaporosas. Pero lo que más me gusta son las chaquetas  y los abrigos para ser llevados como vestido abrigo o superpuestos con otras prendas. Me los quedo todos.

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1 comentario

Elena Hache 17 febrero 2016 - 20:51

Pues a mí me gusta la colección. Tanto color me espanta. Me chifla el maxiabrigo verde. Con ganas de tenerlo ya.

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