CXC, JOYAS ESPAÑOLAS CON CLASE

por Clara Guzmán

En mi último viaje a Madrid entré en CXC (www.cxc.es) una tienda en Claudio Coello, 58, que me hizo querer conocer a la fundadora de la firma y autora de aquellas piezas de joyería y accesorios que trasminaban fuerza y sobre todo clase, ese don intangible, pero «sentible». Por aquellas cosas de las redes sociales, he hablado por teléfono con Concha Díaz del Río y es un torbellino. Un torbellino de creatividad; el de colores, a juicio de Pemán, era Lola Flores. Hoy traigo a telademoda algunos de los últimos diseños de esta gallega de El Ferrol, para quien crear es su forma de expresarse, que además le permite estar en un permanente estado de felicidad. Así lleva más de cuarenta años…

De padre militar, Concha empezó a estudiar Biológicas, pero lo dejó porque le tiraba más esa vena fenicia que desde temprana edad le permitió buscarse la vida en el sector de la moda. Empezó, como suele suceder, vendiendo en su círculo familiar y de amigos, pero luego hizo ropa para Zara; más tarde, cinturones, zapatos y decoración, pero con un denominador común: la piel. A pesar de haber emigrado a Madrid, conserva no sólo la impronta, sino el estilo de aquellas «niñas», como las llamaríamos en el sur, de El Ferrol, que, con unos vaqueros, una camiseta y un pañuelo al cuello, «iban ideales».

No sólo lo conserva en su interior, en su exterior queda la huella de sus sempiternos pendientes de perlas. Ha sido la creadora de algunas de las firmas españolas más señeras de la joyería actual como Acheron o Uno de 50. Ahora lidera CXC. «Es un nombre llamativo y vendría a ser como Concha por corto. Mis diseños son artesanales, realizados con un cuero hecho en España, en un color especial para la marca. El proceso es manual, incluso el tinte, y cosemos las piezas con hilo encerado. Los talleres están en Madrid, al lado del río. Otros, en Cádiz, y los baños de oro se hacen en Extremadura, donde están los mejores profesionales».

En CXC encontramos pendientes, anillos, pulseras o colgantes con un estilo ecuestre, que recuerda a la marca francesa Hermès. «Me gustan los herrajes, los caballos, pero en mi producción también hay motivos marineros, muy propios de mi tierra, que en ocasiones el cliente confunde con los de equitación. Hermès siempre me ha gustado mucho, pero mis diseños los hago a mi estilo. Saco dos colecciones al año y esta temporada he creado también un bolsito para llevar en bandolera, con un aplique en forma de hache».

Concha me dice, como la mayoría de los integrantes de su oficio, que en España no se valora la artesanía. «La gente va a precio y el ochenta por ciento de los compradores es extranjero, que es donde de verdad se aprecia. Vendemos de forma presencial, además de en España, en Estados Unidos, Francia y Puerto Rico, y «online» ( www.cxc.es) sólo en España y Portugal». La inspiración para sus colecciones le llega del Rastro, el castizo mercadillo que todos los domingos se celebra en el barrio de Embajadores de Madrid, del que es una auténtica enamorada. Pero también de andar por la calle. «Lo último ha sido el asa de una papelera. Sí, sí. La vi y me vino la inspiración».

Con quince años, Concha, hija de familia numerosa, sacó su espíritu emprendedor y empezó a hacer ropa con una modista. Luego, de mayor, estudió diseño y moda en IADE, pero ya llevaba mucha tralla en el sector. Es exigente y metódica y ahora se ha propuesto captar al público joven. Crea piezas intemporales, de esas a las que el escritor irlandés Oscar Wilde se debía referir cuando dijo aquello de que «lo bueno siempre parece nuevo». Y está de acuerdo con Sybilla en su reflexión: «cuando hago un vestido es como si compusiera una melodía. Le doy vueltas y más vueltas hasta que suena bien». Concha Díaz del Río hace lo mismo con sus piezas de CXC.

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