Azzedine Alaïa, homenajeado en el Museo de la Moda de París

por Clara Guzmán
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Azzedine Alaïa poco antes de empezar un desfile. Foto tomada de Internet

 

Al pequeño gran tunecino de la moda, Azzedine Alaïa, le van a dar un homenaje en vida, esos que suelen organizarse cuando el festejado  ya no está para filigranas de colores o sencillamente ya no está. Pues bienvenida sea esta exposición antológica que le va a dedicar el Museo de la Moda de París, su segunda ciudad. Se inaugurará el próximo 28 de septiembre y durará hasta enero de 2014, con lo que hay tiempo para sacar un billete baratito vía Internet. Un total de setenta modelos significativos de su trayectoria conformarán la muestra de este creador tildado de «rara avis» por su carácter reservado y huidizo con los focos.

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Penélope Cruz vestida por Azzedine Alaïa. Foto: ByRevistaChik.com

 

Hace unos años leí un reportaje, muy bien escrito por cierto, no recuerdo si fue en Marie Claire, porque de recordarlo pondría la fuente (de algo tiene que servir ser una periodista clásica); leí que Azzedine Alaïa, nacido en 1940, no solía conceder entrevistas, que vivía cuasi recluido en su taller y que su existencia era muy austera, pero feliz. «Tengo la edad de los faraones, ¡joven y viejo como el mundo!», le habían oído decir. En aquel reportaje se hablaba de su familia, de su mundo y de su relación con la señora Pineau, que acudió a su casa para asistir a un parto y se quedó para siempre. Macondos hay muchos.

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Uno de los diseños del tunecino. Foto tomada de Internet

Con ella veía todos los domingos las revistas de moda parisinas, donde descubrió a Balenciaga y esos vestidos que estaban construidos con la precisión de un arquitecto y de los que dudaba que pudieran hacerlos la mano humana. ¡Qué cosas! Andando el tiempo, Azzedine  se fue asemejando al maestro de Guetaria. No sólo en que es de los pocos creadores que sabe hacer un molde, coser, cortar, planchar, sobrehilar, hacer ojales… Saber el oficio desde abajo, como decía Balenciaga, sino que su carácter tiene similitudes con el creador vasco que triunfó en París.

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Michelle Obama, vestida por el diseñador. Foto tomada por Internet

 

Azzedine suele decir que «preferiría morir antes que ver mi cara en un afiche publicitario»; algo así como que una foto te roba el alma, que afirman convencidas las gentes del norte de África. De esa pasta también era Cristóbal Balenciaga. Un hombre entregado siempre a su trabajo, marcando las distancias entre lo realmente relacionado con su oficio y lo que sólo era materia de chismorreo, de exhibición a veces impúdica. «No te quemes en sociedad» era su lema, un lema del que nunca abdicó.

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Modelo de este verano. Foto tomada de Hapers Bazaar

 

La exposición que dentro de un mes abrirá sus puertas en el Museo de la Moda de París es la primera retrospectiva que la capital de Francia y de la moda -a pesar de sus continuos altibajos en este  último aspecto- le dedica al modista de alta costura tunecino. Había llegado en 1957 a la ciudad de la luz y unos años después ya tenía una selecta clientela. A escondidas de su padre, habúa estudiado escultura en la Escuela de Bellas Artes de Túnez, quizás por eso creó un estilo basado en realzar y esculpir las formas femeninas, convencido de que la bases de toda belleza es el cuerpo.

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Alaïa es partidario de destacar las curvas femeninas. Foto tomada de Internet

A partir de los años 60 y 70, trabajó para los vestuarios de celebridades como Louise de Vilmorin, Arletty o Greta Garbo. Y si se fijó en la estructura arquitectónica de las prendas que salían del taller de Balenciaga, supo aprender también a cortar con esmero los trajes directamente sobre el cuerpo, sin usar patrones, como lo hacía la legendaria Madeleine Vionnet, que estaba dotada de un gran dominio del corte y del bies. Azzedine  supo beber de las mejores fuentes, quizás por eso siempre ha ido a su aire. El aire de no necesitar seguir las tendencias ni de asomarse por ninguna Semana de la Moda. Ahora París se le rinde a sus pies.

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2 comentarios

FÁTIMA 30 agosto 2013 - 12:42

Hace poco he visto un repotaje en youtube que se llama Carine Roitfeld: «The Client». En él,Carine Roitfeld va como clienta a los desfiles, y no como editora de moda. Tras los desfiles va a los ateliers de los diseñadores. En algunos, el diseñador no está, en otros están, pero poco más. Sin emabargo en el de Alaia, es él mismo el que le prueba el vestido, se lo arregla. A Roitfeld, eso le extraña, y él le dice, que si no cuida a sus clientes, y si no ve el vestido en las clientes, es como si lo que hubiera diseñado, se convirtiera en nada.

Es esencia - FloresyTocados MAngeles 24 agosto 2013 - 2:09

Es cierto que los homenajes deben hacerse en vida. Un reconocimiento a una vida de trabajo y de buen hacer,

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