A la playa con Nice Things

 

He dicho en varias ocasiones que me gusta Nice Things (www.nicethingspalomas.com). Es una firma española, a pesar de su nombre, pero es que cuando se crea en el año 1995 todo se bautizaba en inglés por imperativo del comercio global. Me gusta porque además de ser una empresa familiar, creada por el matrimonio Paloma Santaolalla y Miguel Lanna, y donde después se incorporó su hija Paloma, cuenta con una amplia oferta de ropa para todas las mujeres de la familia. O sea, que vas de compras y se equipan la madre, la hija y la abuela.

 

Son razones de suficiente peso para que esté entre mis favoritas, pero si además tiene un aire muy francés y los precios son razonables, pues miel sobre hojuelas. Este aire tan «chic» que no tiene que nada que ver con «sexy», viene, según escribe Paloma en la página web de la firma, de que su abuela era poseedora de un estilo muy francés, además de saber encontrar maravillas en los mercadillos vintage de París, que eso sí que es un punto a su favor.

He seguido la trayectoria de esta firma no sólo como consumidora, sino como periodista especializada en estas lides de la moda. La he visto progresar, tener altibajos, como todo hijo de vecino, y salir airosa a enfrentarse a portagayola (dicho de recibir al toro cuando sale al ruedo: En la puerta del toril, generalmente de rodillas) con el miura del mercado. El mercado en abstracto, que es mucho peor que en concreto. La colección de este año es de diez, en sus distintas líneas, pero la dedicada al tenis vintage, es de matrícula de honor.

Ahora toca el turno a la ropa de baño. A los bañadores y biquinis, muy discretos y sin alharacas. Piezas para nadar, tomar el sol y no para una exhibición de carne, a veces no tan fresca, a la que últimamente nos tienen acostumbradas algunas «estrellas» en las «redes», plataforma que le está quitando el sitio al «couché». Bañadores y biquinis, con los mismos estampados de las distintas líneas de ropa que han presentado, y que personalmente me quedo con los motivos del deporte de las raquetas.

Es verdad que los trajes de baño han evolucionado, a veces para caer en lo chabacano, en lo vulgar, aunque chabacano también es una lengua criolla de Filipinas y parte de Malasia e Indonesia, derivada del español, y que lo hablaba la gente de la calle, los parias, de ahí su nombre. Han evolucionado para ponerse en las antípodas de los tímidos intentos de las señoras para poder bañarse en la playa con una ropa «decente» pero no incómoda. Es curioso leer a la experta en moda Maribel Bandrés acerca de la cantidad de barreras que tuvieron que salvar, allá por los inicios del siglo XX, para poder disfrutar de los saludables baños de mar.

 

 Dice que ante la novedad de alternar en la orilla de la playa y producirse, por tanto, una cercanía con el sexo contrario, la Iglesia y algunos escritores moralistas pusieron el grito en el cielo. Benito Pérez Galdós, por ejemplo, lanzó la siguiente andanada con visos poco higiénicos. “La mujer honesta no necesita tanta agua”. Eso ocurría a finales del XIX y principios del XX. Si hoy se dieran una vuelta por las «redes» se «enredarían».  Pero para redes, las de las canchas de tenis, motivos estrellas del verano en los estampados de Nice Things.