ICÍAR CALVO, UNA ARTESANA EN TIEMPOS DE PRISAS

por Clara Guzmán

Si hacer tareas con las manos es pensar, que dijo el sociólogo estadounidense Richard Sennett, Icíar Calvo, nuestra protagonista de hoy en telademoda, estaría todo el día pensando. Y el caso es que lo está. Licenciada en Bellas Artes en la especialidad de diseño gráfico y grabado, es artesana en un mundo dominado por la prisa y el empeño desmedido en usar y tirar. Con un bagaje intenso y extenso, puedes encontrar en su cuenta de Instagram @iciarcalvo sus exclusivas joyas de porcelana. Piezas montadas en plata y en su mayoría inspiradas en la naturaleza. En esas semillas o pequeños troncos de formas caprichosas que encuentra en el Parque de María Luisa de Sevilla y que luego dan vida a originales collares, pendientes, anillos o broches.

Icíar Calvo es del norte, nacida en Logroño y criada en Bilbao hasta que recaló en Sevilla. Dice que lo que más le gusta es aprender y se le nota. Está dominada por una especie de hambre de saber. De saber de lo suyo y de lo que le rodea. Ha sido docente al uso, pero con la enseñanza que más disfrutó fue impartiendo sus conocimientos en los talleres de la Diputación de Sevilla, con un auditorio ávido de aprendizaje, en su mayor parte mujeres deseosas de escapar también de la rutina. Previamente se había forjado en oficios como la encuadernación con un maestro, Andrés Alés. «Te enseñaba el arte de la encuadernación en repujado de cuero. Hacíamos libretas, agendas, con papel de aguas, punta y lomos de tela». Icíar, en su afán de aprender, es de las que compatibilizan el trabajo con los estudios.

«Mientras trabajaba en el ya desaparecido «Cambalache», estudié cerámica durante dos años con Antonia Jaén, una gran profesora». Pero llegó la crisis del aciago 2008 y su vida, como la de muchos, dio un giro.»Entonces me fui a la Escuela de Arte del Pabellón de Chile y estudié cerámica artística y alfarería, dos años de cada especialidad». Pero como no para de formarse, acaba de realizar un curso de dos meses sobre cerámica al tercer fuego, en la Escuela de Artesanos de Gelves. «Una gran escuela», me dice. Lo de decantarse por hacer joyas vino a raíz de asistir a un curso con la joyera Trinidad Conteras, una sevillana radicada en Barcelona con un merecido prestigio en el sector.

«Nos enseñó a hacer moldes de escayola para pequeñas joyas y me entusiasmó. De siempre me habían gustado los pendientes. Ya en la Facultad y con una amiga los hacíamos de bisutería para venderlos.» Pero ahora reconoce que ser artesano es como una utopía. «Es vivir con poco dinero en una sociedad donde lo hecho a mano no se valora, porque lo hecho en serie es más barato. Es un oficio duro, porque a veces entran ganas de tirarlo todo por la borda. No es sólo elaborar una pieza, sino venderla. Es muy desesperante porque tienes que ir justificando su precio. Te metes en el taller y disfrutas mucho, pero, ¿qué valor monetario tiene una pieza? Las horas empleadas, la técnica, tu formación. Al final, la pieza vale lo que la gente quiera pagar por ella».

«A no ser que seas una figura, claro, porque entonces nadie te discute. Yo disfruto con el proceso y con la creación. Todo el tiempo me imagino piezas, hasta que me topo con la realidad». Entonces le pregunto qué le parece que las instituciones hayan empezado a interesarse por la artesanía. «El interés es porque ahora la artesanía está de moda, como la cerámica, que cayó en desuso. Pero la artesanía es cara, son piezas únicas, manuales y creativas. Tienen que ser caras a la fuerza. Van dirigidas a un público culto y sensible que prefiere invertir el dinero en cosas que le den satisfacción, aunque tan respetable es el que se las compra en un gran almacén». Icíar utiliza porcelana, pasta cerámica de alta temperatura. Para darles color emplea dos maneras: con esmalte de fórmulas propias o con pasta teñida con óxidos cerámicos. Todas van montadas en plata.

Icíar Calvo tiene como referente a Andrés Gallardo, un joyero en porcelana de Madrid. «Hace unas piezas que me pondría. Es muy conocido y está muy cotizado». Le digo que su oficio es como el de los alquimistas y me dice que lo que más le gustan son los retos. «No repetir las cosas. Soy creativa, quizás por eso el torno no es lo mío. El torno es otro mundo, es muy técnico y hay que dedicarle muchas horas. Prefiero algo más creativo, prefiero dominar yo, llevar las riendas de la pieza que estoy realizando». Dice que por ahora sólo vende en Instagram a través de su cuenta @iciarcalvo. Al principio, su clientela, tanto mujeres como hombres, pertenecía a su entorno. Con las redes la ha ampliado a otros lugares y sectores. En Icíar Calvo se hace realidad esa frase del filósofo Sartre que tanto me gusta: «No es feliz el que hace lo que quiere, sino el que quiere lo que hace».

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