He estado en Madrid en la presentación de la colección Crucero 2010 de Christian Dior. ¿Y qué es una colección Crucero? Me pregunta mi amiga Isabel entre curiosa y perpleja. Pues una colección Crucero, tirando de documentación, es una invención americana de los años en que la gente rica era rica y no ahora que hay ricos intrínsecos y ricos extrínsecos; o sea más secos que una mojama. Pues cuando la gente rica tenía glamour y todos los finos aditamentos que da el dinero añejo, las señoras de los países del Norte ( es decir los de alto poder adquisitivo) se equipaban en las firmas de solera y se iban a pasar largas temporadas a los países cálidos, por aquello de que el tiempo es oro. Esas prendas pertenecían a las denominadas colecciones Crucero. Ahora, que a saber quién es de verdad milloneti, la colección Crucero ha venido a significar prendas de entretiempo. Es lo que tiene la democratización de la moda.
En Dior, la colección Crucero es un «revival» o resurgir, para ir al grano, de su «New Look», la ropa con la que feminizó a la mujer tras la II Guerra Mundial y que le dio justa fama, sin dejar de ser una evocación a su musa Mitza Bricard, envuelta siempre en estampados de leopardo, con lo que de sofisticado tiene eso.
Chaqueta Bar
Pero también es un homenaje a lo femenino, sin igualdad de condiciones. Porque servidora, por ejemplo, no tiene para comprarse una chaqueta Bar . ¿Y qué es una chaqueta Bar? Para empezar es una prenda creada para disfrutar de los cócteles de champán de los salones de un famoso hotel de París, que, fíjense por donde se llamaba Bar. Además de esa novelería propia de quien no tiene que ir a sellar la cartilla del paro, esta prenda forma parte del «New Look», el estilo que Dior se sacó de la manga, pero antes que nada del magín ( me gusta esta palabra aunque algunos digan que es una antigualla) dos años después de acabar la II Guerra Mundial. El 12 de febrero de 1947, el modista lanzó su particular espíritu del 12 de febrero. Traducido a la moda fue una silueta de cintura de avispa, busto alto y prominente, hombros estrechos y falda de vuelo exagerado. Un espíritu que pretendía devolver la sonrisa a un mundo hundido por las secuelas del conflicto bélico.
Los cincuenta son nuestros
Y de pronto, en el Madrid levantado por las obras, pero tan señorial como siempre, resurge la moda de los años cincuenta. El Dior que se atrevió a provocar a la sociedad del momento y que tras las primeras escaramuzas (amas de casas hartas de coles, literal y metafóricamente hablando que se lanzan contra las primeras mujeres que osan llevar los nuevos «diores». Eran años de apretarse el cinturón ¿ a qué les suena? Ahora vuelven en esta colección Crucero (entretiempo) los tonos malva, los empolvados, los estampados de leopardo, los encajes, las perlas. Una suntuosidad contenida, que se complementan con joyas vintage; o sea, las más escogidas: collares de perlas, broches, relojes diminutos, propios de la época, y bolsos en pieles exóticas como pitón o avestruz. Todo con la exquisita dejadez que tiene la elegancia. Son los años cincuenta puros, los que devolvieron la feminidad a la mujer, según los expertos o los continuadores de los 20-30 tras el paréntesis de la contienda.
Pero allí, en ese momento estaba Christian Dior, el jardinero fiel (sentía una verdadera curiosidad por las flores y las plantas) para sembrar la semilla que seguiría germinando con los años. Ahora, en pleno siglo XXI regresa la tendencia que pretendía borrar las secuelas psicológicas (y económicas) de la guerra. Porque Dior creó a la mujer y luego se la llevó de crucero. Crucen los dedos para que así sea por los siglos de los siglos…
1 comentario
Fantástico!
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