BALENCIAGA: MI JEFE

por Clara Guzmán

Portada del libro, editado por Círculo Rojo

Había leído bastante sobre el modista vasco, pero nunca un libro en donde se contara cómo era realmente el hombre al que tildaban de huraño, invisible y ermitaño. Es decir, cómo era en la práctica, no en la teoría narrada muchas veces de oídas. «Balenciaga: mi jefe» lo ha escrito Mariu Emilas, hija y nieta de dos maestros de la alta costura que trabajaron a su lado, que conocieron realmente a la persona, no al personaje. La obra, editada por Círculo Rojo, es un recorrido por la trayectoria del modista. También por sus vivencias, entreveradas con otras de la familia Emilas, a la que estuvo muy ligado profesional y personalmente. A través de sus páginas se da a conocer el carácter perfeccionista y meticuloso de quien para Chanel era el único de todos que realmente era modista; modista en toda la amplitud del término. Balenciaga, según Mariu Emilas, se apoyaba en un trípode que le dio unos magníficos frutos: la investigación textil, las pruebas (miles de horas invirtió en probar a sus maniquíes) y el patronaje. Si te gusta la historia de la moda, la costura y tienes interés por conocer a una de las figuras más misteriosas de la aguja y el dedal, léelo. Te sorprenderá conocer mucho más del modista de Guetaria, aquel que aconsejaba: «No te quemes en sociedad» ¿Habría resistido hoy la continua exhibición de las redes sociales?

Mariu Emilas, autora de «Balenciaga: Mi jefe». Foto: ©qmayor.com

Cuando se refería a su trabajo lo hacía como «el oficio». Un oficio que consiguió depurar a base de hacer y deshacer, ese verbo que tanto nos repele, porque implica volver a empezar. Cuenta Mariu Emilas, que fue Balenciaga el autor de esa máxima que de toda la vida se le ha atribuido a Chanel. Esa que dice que «la moda es efímera, el estilo permanece», una frase que le comentó a su discípulo Givenchy. En la obra también se tratan las distintas técnicas de costura, la importancia de la plancha en el remate de una prenda y el clima de terror que se originaba en los talleres cuando llegaba el jefe Balenciaga a inspeccionar la colección antes del desfile. Podía rechazar más de una prenda. O se rehacía esa noche o no era exhibida. Para Emilas, a Cristóbal Balenciaga no le interesaba la moda. «Desde su temperamento creador, lo que le interesaba era la obra exclusiva y genuina». En «Balenciaga: Mi jefe» también se cuenta la fascinación que sentía por el sur, como otros grandes de la moda. Por el movimiento de los volantes en un traje de flamenca, por las sedas, los alamares y los colores de los trajes de torear. Incluso por el albero de las plazas de toros. Pero también se inspiró en los vestidos históricos pintados por Goya, Velázquez o Zurbarán. Balenciaga fue un genio español, al que muchos creían francés.

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