El cuentahílos. Y la barca va

© Raúl Doblado

Una de las sátiras fílmicas de Fellini se llama  «Y la nave va». Es una película enjaretada con las sempiternas luchas de poder, en este caso en el mundo de la ópera. Todo un estudio de la condición humana a bordo de un barco que lleva las cenizas de una célebre diva del bel canto. Porque, aunque sea una verdad de Perogrullo, las naves son para ir y venir. Están hechas para el trasiego. Su razón de ser es la continua mudanza. Por eso cuando hay una barca varada en una playa zozobra el corazón. Enterrada en miles de granos de arena, esta barca de Conil navega por las aguas turbulentas de la duda. ¿Viene de retirada? ¿Ha cumplido su misión? ¿Habrá muerte o  habrá vida en su maderamen? ¿Habrá sido la tabla de salvación de un náufrago de futuro? ¿O será una de esas barcas de Caronte, aquel que, según la mitología griega, no te llevaba a la otra orilla, la de las sombras, si antes no le entregabas un óbolo? ¿Estará dispuesta a zarpar si una becqueriana mano de  nieve la empujara a la orilla?  Quizás, simplemente, la pillaron sesteando, tumbada a la bartola. Pero lo más seguro, a juzgar por su desgastada fachada, es que haya cumplido su ciclo y que esta nave ya no vaya, sino que esté de vuelta de todo. Incluso de la mar.

(Foto: Raúl Doblado rauldoblado.blogspot.com/)