Paloma Cerezal: «Es un orgullo ser una Cerezal»

por Clara Guzmán
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Fotos: Rocío Ruz, Aldebarán y Molina y Royo

Paloma Cerezal lleva diez años volando con sus alas en una profesión que heredó de sus mayores. Una saga de sastres y modistas que crearon escuela en Sevilla. Por eso cuando se le pregunta por el peso del apellido ella responde sin dudarlo, que es un orgullo ser una Cerezal

En el taller de Paloma Cerezal, en la Plaza de la Concordia, 3, se respira el ambiente de las casas de costura de solera. Se nota que a esta chica le han salido los dientes rodeada de telas, de patrones, de dedales y de agujas. Se nota que ha aprendido el oficio, como lo aprendiera su padre, Petete Cerezal, a base de coger el testigo de quienes les precedieron, pero también a base de amor a una profesión, a la que hoy se apunta más de un filibustero. Entrevistar a Paloma Cerezal es difícil. Siempre tiene la agenda llena y lo primero son las clientas. Clientas que en su mayoría ha «heredado» del taller de la calle Cuna, donde ejercieron sus antepasados, un santuario del buen hacer y del mejor tratar. Paloma dice que no se puede quejar porque las niñas se siguen casando. Sí, esas niñas, como ella las llama cariñosamente, que acuden con sus madres a elegir el traje más importante de sus vidas y cuyas hechuras son  a veces difíciles de descifrar por la creadora.

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Trajes con movimiento

«Mayo y junio son el «boom» de las novias y luego septiembre y octubre. En invierno se casa muy  poca gente, menos yo que escogí enero porque hay menos trabajo.  En lo único que ha afectado la crisis ha sido en que ahora se pasa por el altar con menos cosas que antes, que a nadie le faltaba nada, se tenía hasta el más mínimo detalle. En estos momentos se alquila un piso y adelante, pero la familia sigue tirando la casa por la ventana cuando se trata de una boda. Es cierto que el sector tenía mucho miedo por el momento tan crítico que atravesamos, pero la realidad ha confirmado que en estos actos nadie escatima. A mi taller vienen la novia, su madre y la madrina y el problema llega cuando a la madre no le gusta el traje que elige la hija, sobre todo si es de crêpe y a ella le recuerda un camisón. Las niñas quieren trajes con mucho movimiento, de muselina, de tul de seda, y sus madres, con más consistencia, más rotundos, más de novias de toda la vida, cuando en mi caso entretelo el crêpe para darle cuerpo sin que pierda movimiento».

De todas formas, dice Paloma Cerezal que cada traje es un mundo. «Es cierto que hay quien se apunta al clásico de mikado o raso, pero la mayoría se inclina por los de aspecto juvenil y romántico, sin olvidarnos del medieval, un estilo muy en boga. No obstante, el vestido no debe caer en el disfraz. El objetivo es ser ellas mismas en un día tan señalado. Es verdad que las niñas son cada vez  más atrevidas no sólo con los diseños, sino con los peinados y sobretodo con la forma de ponerse la mantilla, un complemento que sigue en alza, aunque el tul está volviendo con fuerza.En los adornos continúan llevándose los encajes antiguos y las pinceladas en cobre o plata en cinturones, broches o cintas. Piezas que normalmente se compran en anticuarios como Bastilippo o Epoque, si no se dispone de joyas familiares para prenderlas en los cortes debajo del pecho o en los recogidos de las mantillas. Los pendientes estilo años veinte se han puesto de moda, aunque siempre están los brillantes de la familia».

Dice que sobre el color,  se sigue apostando por el blanco roto, aunque combinado, en algunos casos, con el tostado en el fajín, las enaguas o en la cola para hacer contraste. «En los peinados lo último son los moños altos o huecos, peinados muy trabajados, pero siempre en consonancia con el estilo de la novia, porque eso es lo fundamental, que la niña vaya como quiera,  segura de lo que lleva puesto y ahí no tiene que intervenir la madre. Esa suele ser mi lucha, que prevalezca la idea de la hija, porque ese día es la gran protagonista. Luego suelo hacer algunas recomendaciones como que los zapatos sean a medida o de piel, nunca forrados».

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Palabra de honor

Sobre el gran auge de los trajes de novia de prêt-à-porter, Paloma Cerezal apunta que hay mucha gente que sabe que es un mercado muy próspero, porque todo el mundo quiere ir ese día radiante, aunque es cuestión de gustos.  «En las tiendas veo muchos trajes palabra de honor, cuando a mi juicio las mangas son muy importantes, aunque sean transparentes. Creo que habría que ponerse un detalle para tapar los hombros, porque siempre queda más acompañado que un palabra de honor, sobretodo durante la ceremonia. A veces incluso las mangas francesas se pueden hacer de manera que después se puedan quitar en el baile y que la novia esté más cómoda. Claro que lo más difícil a la hora de montar un traje son las mangas, los cuellos y manejar las gasas, un tejido que tiene vida propia y que en ocasiones  te da problemas por su delicadeza».

Pero Paloma Cerezal no sólo viste a la novia. A su taller acuden también las madrinas. «Intento siempre que no parezcan las típicas madrinas que se echan años encima, sino que sus aspectos sean juveniles. Ahora las señoras de sesenta años están estupendas y les busco un modelo que les favorezca y que sea actual, que tenga movimiento, así que juego con los drapeados y las gasas. Siempre son vestidos de una sola pieza y con mantilla negra y respecto a los colores se llevan los verdes y azulones, porque los malvas y los buganvillas han decaído y la señora que opta por el rojo tiene que estar muy segura. Pero yo también hago trajes de chaqueta, abrigos y camiseros a clientas de la casa de toda la vida».

Paloma Cerezal se pone trascendente cuando le saco a colación el significado de su apellido en una ciudad como Sevilla. «Es un orgullo ser una Cerezal. Es una marca muy conocida, así que al principio me daba miedo no estar a la altura, porque con mi apellido se abren muchas puertas.  De mi padre, Petete Cerezal, he aprendido todo, desde el trato a las clientas a  interpretar las ideas que llevan dentro y sobretodo a saber que una prenda es importante hasta la última puntada, porque eso va a ser nuestro escaparate y nuestra publicidad en la calle».

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6 comentarios

Gonzalo G 28 junio 2011 - 0:10

Ahora que estamos en una de las épocas del año, propiacia para las bodas, recuerdo una novia famosa que vistió un traje similar al de la primera fotografía. Se trataba de Carolyn Bessette, -quien compartió el trágico destino de los Kennedy, como esposa de John John Kennedy-. Había trabajado para Calvin Klain, que en los años 90 era algo así como el último grito del minimalismo. Y se casó con un traje de novia, sin abalorios, en plan de diosa griega.

La idea es que las futuras novias podrían escoger lo del menos es más. Un vestido blanco roto vale más que algunos adornos bastante extravagantes. Eso pienso yo.

Carmela 16 junio 2010 - 11:24

Me alegro que las sagas de oficios tan dignos continúen y no se pierdan.

Luisa 15 junio 2010 - 11:00

Me encanta Paloma Cerezal, se nota de que de tal palo tal astilla.

José María 14 junio 2010 - 11:55

Clarita, espero que te estén cuidando como te mereces. Sigo tu blog, sobre todo ahora que estoy convaleciente de un accidente de moto. Uno no se acuerda de que ya tiene sus años hasta que está en el suelo hecho puré. Me salvé de una buena.
Oye, esto me parece muy cursi.

Rosita 14 junio 2010 - 9:48

Me gusta como cose esta niña.Una amiga de mi hija se casó con un traje maravilloso que le hizo ella y la boda fue un espectaculo, porque la niña iba hecha una princesa.

Juliio 14 junio 2010 - 9:47

Qué antigüedad. Anda que…

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