Son de Dior, pero son las chanclas del dedo gordo de toda la vida de Dios. Para entendernos, aquellas que daban nombre al grupo musical sevillano de Los Palacios, ¿recuerdan? «No me pises que llevo chanclas», que animaba las reuniones festivas de finales de los ochenta; antes, mucho antes de que hubiera redes sociales y la gente pasara las tardes dándole al «me gusta», a veces sin ton ni son. Bueno, pues como ahora tanto la indumentaria deportiva como la de explayarse, no necesariamente en la playa, han adquirido categoría de prendas para salir, entrar, tropezarse si a pelo viene y fardar, pues hete aquí que hemos hecho palaciego un calzado tan modesto que las señoras de alto copete cuando querían meter el dedo en el ojo al pretendiente de la niña decían que era un chancla. O sea…
Servidora escuchó por primera vez esta expresión en Sevilla. Expresión muy elocuente o gráfica, cada cual que elija la terminología que mejor le convenga. Es verdad que no soy mucho de las chanclas, que pueden ser un arma arrojadiza o traicionera si te enganchas la parte delantera en un escalón y te caes con todo el equipo. Así que por mucho que Dior las adorne pues qué quieren que les diga. Que sí, que están muy costeadas, en todos los sentidos, y que son las hermanas pequeñas de aquellas zapatillas de deporte que lanzó con gran éxito la firma (sneakers las llaman los autóctonos para darse pisto) con lentejuelas y brillos para usarlas por la noche; o sea, fuera de contexto, para seguir en la línea pedante. Las chanclas de esta primavera-verano de Dior están realizadas en malla negra o azul tinta, llevan lentejuelas unas y ramos de flores otras y son un verdadero capricho, como se puede ver.
1 comentario
El texto es superdivertido y las chanclas son simpáticas.
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