Colores. Negro

por Clara Guzmán

 

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Balenciaga. Verano 1950. Fotos tomadas de Internet

 

Del negro se ha dicho de todo, desde que es la ausencia de color hasta que nos hace el centro de atención. «Si quieren que te vean, vístete de negro», decía Coco Chanel y Raphael, uno de nuestros cantantes más internacionales, lo dijo no hace mucho en una entrevista: «Vestir de negro me da todo el protagonismo». Otros artistas como Leornard Cohen (que acaba de cumplir 80 años) o Juliette Gréco también lo han utilizado. Bueno, pues aquí está el negro mandando y templando y siendo el origen de sesudas frases y de estudios de especialistas de distintos campos. Y  a nosotras, las mujeres, que solemos ser tan prácticas, el negro nos parece el más socorrido de los colores. Ese con el que siempre quedas bien, excepto en una boda.

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El negro versión Loewe

 

A lo largo de la historia, el negro ha tenido sus altibajos en el escalafón cromático.  En el siglo XV empezó a pavonearse como uno de los elegidos por los reyes.  El emperador Carlos V lo empezó a usar y su hijo Felipe II lo consagró como el color de moda, un color triste, austero, pero solemne (aunque suene a contradictorio). España estaba en la cúspide  y como tal era un ejemplo a seguir y a imitar.  Los vencedores siempre llevan la voz cantante en todos los aspectos; a los perdedores los dejan afónicos. Entonces todas las cortes europeas copiaron esa indumentaria oscura como una leyenda negra.

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Leonard Cohen y el negro, un dúo inseparable

En la moda, hay quien, como Agatha Ruiz de la Prada, dice que el color lleva a la felicidad. Sin embargo, los japoneses, que en la década de los noventa iniciaron una especie de cruzada a favor del negro, opinaban de manera diferente.  Yohji Yamamoto asegura en una entrevista concedida al «Journal du Textile» que las personas visten colores más oscuros a medida que se vuelven más modernas e inteligentes. O sea, que los colorines son para los conservadores y bobalicones. Es lo que tienen los extremos, que se salta a pídola la ecuanimidad.

 

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El socorrido vestido negro

En fin, para gustos…los colores. Yamamoto, al igual que otros diseñadores nipones coetáneos, estaba convencido de que el negro implicaba superioridad social. Mucho antes de que estas tesis y esta ausencia de color llenaran los foros de la moda y las calles, Coco Chanel ya había puesto una pica en Flandes (puso tantas) al elevar a la categoría de joya del armario femenino le petite robe noire; o sea, el vestidito negro o el little black dress (LBD), que es como ha quedado para la historia de la moda. El inglés, para qué nos vamos a engañar, se lo lleva de calle.

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Zara y sus vestidos negros de esta temporada

El negro era sinónimo de clase pudiente. Estábamos a principios del siglo XX, 1926 y Vogue Francia presentaba el «nuevo uniforme de la mujer moderna». En Estados Unidos se le bautizaba como «La Ford de Chanel», símbolo del lujo y de la elegancia y se recordaba la ocurrente frase del magnate del automóvil, uno de los pioneros del «coaching», tan de moda ahora, que acabarán por desgastarlo. Henry Ford dijo: «hacedme coches de cualquier color, a condición de que sean negros». Ha tenido detractores y ha sido reverenciado por quienes querían distinguirse de la masa para luego caer, inevitablemente, en ella.

 

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Victoria Beckham, con un little black dress (LBD)

 

A saber: Los camisas negras de Mussolini o los intelectuales existencialistas, todos rodeados por un halo enigmático y seductor en mayor o menor medida. No obstante, es muy significativo este párrafo que extraigo del libro «La conspiración de la moda» de Nicholas Coleridge, publicado en la década de los noventa, en plena fiebre «nocturna» nipona: «La mitad de la plantilla del Elle inglés estaba almorzando allí. Todas aquellas mujeres vestían ropa de diseño japonés, de forma que su mesa recordaba un velatorio de viudas de kyoto. (…) Las prendas parecían diseñadas para ocultar su sexualidad».  O sea, para gustos…los colores.

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