Vamos por partes, Carolina de Mónaco es como si fuera un aforado; es decir, se puede permitir saltarse a la torera todo, porque ella lo vale, para que lo entendamos. Pero, claro, a veces, hay que poner pie en pared a estos protegidos por los dioses. No necesariamente hay que reírle las gracias a quien se salta las leyes porque sabe que es «intocable» ni a quien mete el dedo en el ojo a la estética por muy Grimaldi ni por muy hija de su madre que sea, que ella nunca lo habría hecho. Dice nuestro diccionario de la Real Academia que esnob es la persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos. Bueno, pues Carolina es una esnob, que además se lo puede permitir. Ha ido en zapatillas de deporte, de Chanel, eso sí, al baile de la Rosa de Mónaco. No es que me vaya a rasgar las vestiduras por esa salida de pata de banco. No, es que son unas zapatillas de deporte, que son precisamente, para eso, para hacer deporte. Que es lo nuevo que va a lanzar su amigo Karl Lagerfeld y le quiere hacer publicidad, pues bueno, pero que le sientan fatal, también, a la en otro tiempo reina del glamour e icono de toda una generación.
Las zapatillas cuestan 3.000 euros, se hacen a medida y con los mejores tejidos existentes en el mercado. El próximo otoño-invierno veremos el equipo de deporte a modo de uniforme para ir por la calle. Vuelve el chándal al guardarropa para actividades distintas de salir corriendo por el parque, en mi caso el de María Luisa en Sevilla, que está precioso ahora en primavera. Que Carolina tenía la pierna «tocada y hundida» por un accidente de esquí (no podía ser por otro motivo) no era óbice para enfundarse unas zapatillas, que rompían ese protocolo tan estricto que les imponen a los asistentes a tan exclusivo baile. Pero Carolina ya nos ha dado algunas sorpresas en cuanto a zapatos se refieren. Hace unos meses se calzó lo último de Céline, con uñas pintadas incluidas; o sea, un zapato que te ahorra la pedicura. Viendo a Carolina de esa guisa me acuerdo de una frase del zapatero canario fuera de su isla, Manolo Blahnik, cuando decía que unos zapatos blancos eran bonitos dependiendo de quién los llevara puestos. En el caso de Carolina el diseño de Céline y las zapatillas de deporte de Chanel para un vestido de fiesta rompen esa tesis del zapatero prestigioso. En ambos casos por muy Carolina de Mónaco que los lleve son antiestéticos. Por sus zapatos los conoceréis…