Palabra de Manolo Blahnik

 

A Manolo Blahnik, sí, ese diseñador canario de padre checoslovaco, por el que todas andamos cuerdamente locas por subirnos en sus «manolos», lo conocí en el año 2001, en Madrid. El encuentro tuvo lugar en el pasillo que accedía a los servicios (lo siento, a veces la realidad es así de prosaica). No había podido cruzar palabra con él durante su merecida entrega de La Aguja de Oro, ese galardón patrio que puso en marcha María Rosa Savador, porque su timidez le hacía recular cuando veía a la prensa.

 

 

«Me encantaría volverme invisible. Desaparecer cuando veo a tanta gente que posa los ojos en mí», me comentó un poco azorado al pensar que le iba a hacer un tercer grado. Me pareció un  señor, de esos que ya no quedan. Educado, prudente y muy sencillo. Sí, sencillo. Tan sencillo como cuando respondió diplomáticamente a la pregunta de una colega respecto de qué opinaba sobre los zapatos blancos.

 

 

«Pues depende, siempre depende», como canta Jarabe de Palo (mucho ánimo, por cierto). «Pues depende- dijo Blahnik- de quien los lleve. Si es Jackie Kennedy se verán magníficos». Porque el zapato  perfecto para este artesano debe aunar «armonía, comodidad, equilibrio y diseño». Cuentan las crónicas, que de niño jugaba a calzar a los lagartos, en el jardín de su casa de La Palma. ¡Ay, esos lagartos canarios turquesas!

 

 

Luego, con el tiempo, calzaría a Madona, para quien los «manolos» son mejores que el sexo; a Sarah Jessica Parker, a Olivia Palermo o a Diana de Gales, la genuina princesa del pueblo, entre otras celebridades. No obstante, Blahnik es un rendido admirador de las mujeres de su país de origen. «Me encantan las mujeres españolas y mediterráneas, son mi debilidad».

 

 

Blahnik, cuyos zapatos podéis encontrar en Sevilla, en la tienda que Reyes Hellín tiene en la Plaza del Museo, dice que se inspira en el día a día, pero sobre todo en las cosas que le interesan. A saber: la literatura, el arte, las películas, la naturaleza. Aunque, ya saben, no sigue las tendencias, «hago lo que me gusta, y eso supone hacer de todo. Pongo todo mi esfuerzo en el proceso de creación del zapato y eso marca la diferencia».

 

Claro que lo que más me gusta de Blahnik es saber que odia las plataformas. «Me horrorizaron desde el primer momento porque arruinan las proporciones del cuerpo. Creé unas cuando empezaron a llevarse, pero después de eso nunca he diseñado plataformas. No quiero hacer algo en lo que no creo». Ya saben, palabra de Blahnik, de Manolo Blahnik.