Conocí a José Miguel Vilar- Bou en la Feria Internacional de Moda Infantil y Juvenil de Valencia (FIMI). Estaba apostado en uno de los stands esperando a que cayera en sus redes algún alma caritativa que le contestara un chorreón de preguntas. Y ese alma caritativa pasó y se las contesté, claro. Era un periodista que en ese momento se estaba ganando la vida haciendo encuestas. Luego me lo encontré en el Facebook, que es ahora donde se encuentra todo el mundo, y me mandó su libro «Diario de un músico callejero», editado por Espuela de Plata. Un libro que se lee con el interés que suscitan todas esas experiencias surgidas de la necesidad. Porque siempre se llega a la conclusión de que la necesidad obra milagros. El milagro, en esta ocasión, de reparar en que sabes tocar un instrumento musical y aprovechar esa habilidad para ganarte el sustento. Es un libro del momento, del cómo me las maravillaría yo para llegar a fin de mes sobre todo cuando estoy en el extranjero, en este caso Italia, soy joven y tengo soltura. El libro es también la exposición de una filosofía de vida; la de exprimir el hoy, el ahora, que mañana será otro día.
En el libro se dan incluso consejos a los neófitos sobre los momentos más propicios para que las monedas empiecen a caer como un diluvio en la gorra; lo que le gusta a determinado público y los lugares más adecuados para que el día sea redondo y no te vayas a casa bufando. Alguna vez lo hizo el protagonista pero aprendió la lección. El libro de José Miguel Vilar-Bou incluye también y para que se vea que es del oficio, una serie de entrevistas con otros músicos callejeros de distintos sitios del mundo que cuentan sus experiencias: las canciones con más gancho, los sitios más concurridos, las anécdotas más singulares y la importancia de internet. Ahora los artistas callejeros también se mueven online, tienen foros, se cuentan sus experiencias y se avisan de los lugares mejores y peores para actuar. He disfrutado leyendo el libro porque el autor es un tipo curtido a pesar de su juventud. Nacido en Alfafar (Valencia) en 1979, ha trabajado para diversos medios de comunicación en España, Bruselas, Londres y Milán y fue profesor de música en centros de refugiados de guerra en Serbia. Tiene en su haber varias novelas y ha recibido el premio Nocte al mejor relato nacional de terror. «Diario de un músico callejero» puede ser una buena lectura para desparramarnos al sol, sin perder de vista que lleva implícita la enseñanza de que quien quiere, puede.
5 comentarios
Lo que más me ha gustado del libro han sido las reflexiones del autor sobre la sociedad milanesa; sus gustos, la moda, la superficialidad. También sobre la condición humana en general. En esto es más un libro de viajes que las aventuras de un joven buscavidas.
Quizá no queda claro el concepto de música callejera. ¿Es un arte? ¿Un oficio? ¿Una forma de mendicidad? ¿Todo lo anterior? El autor empieza tocando por necesidad de dinero, pero también dice que le purifica y le arranca los problemas y malos humores cotidianos. Hay una evolución desde los primeros días de inexperiencia y necesidad de dinero, a los últimos días de tocar por placer y otro tipo de necesidad: la de reconocimiento por parte de los demás; que se paren a escucharte, que te aplaudan, que te hagan sentir una estrella de la música, que te dediquen el post de un blog, un comentario en un blog…
Siempre me ha gustado la variedad de este blog pero hoy has rizado el rizo. Como que me lo voy a comprar y eso que no soy periodista, pero me has convencido, ja,ja,ja.
Excelente estilo, directo sin pretensiones pero eficaz. Es fácil imaginarse en las calles de Italia viviendo sus aventuras. Y, sobre todo, denota una pasión por la música que todo melómano reconocerá inmediatamente.
Yo he tenido el gusto de leer el libro. Directo, divertido y constructivo. Me gustó y lo recomiendo. Buen post.
Eres la pera limonera, Clara. Ahora un libro de un tipo que es periodista y se gana la vida tocando en la calle. Me lo voy a comprar porque soy periodista y a ver si me orienta un poco. Sé tocar el violín, aunque no soy una virtuosa.
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