El sábado leí en el S Moda una entrevista a Isabel Marant, la diseñadora de última moda. La entrevista, realizada por Álex Vicente (que se note mi buena crianza profesional en ABC, donde siempre nombrábamos la fuente) nos da la oportunidad de conocer más a fondo a esta francesa de 46 años, nacida en el seno de una familia burguesa y siempre a un cigarrillo pegada. Dice que la gente se ha hartado de lo falso, de lo que brilla, de lo excesivo. «Hoy ese modelo de mujer resulta vulgar». Nada más leer esa frase me acordé de uno de esos «popes» de la moda desconocido por el gran público e incluso por la mayoría de los periodistas de moda, que son tan jóvenes. Yo tampoco conocí a Cecil Beaton, pero la moda, como cualquier oficio, tiene sus cimientos y es bueno saberlos, aunque sea de referencia.
Pues Cecil Beaton, diseñador y fotógrafo, llegó a la misma conclusión que Isabel Marant, pero mucho antes, claro. Decía que las mujeres vulgares siguen la moda ciegamente; las presuntuosas la destrozan, mientras que las poseedoras de buen gusto hacen un pacto con ella y les proporciona un resultado muy agradable. Apunta Isabel Marant, que, por fin, se ha entendido que la moda se tiene que poder llevar. Claro, evidentemente, y llegar al armario y decir ¿qué me pongo hoy? y obtener respuestas y no un sinfín de prendas que tienen siempre una o varias objeciones. A saber: no me pega para ir a trabajar, para ir a la compra o para llevar a los niños al parque. O sea, fuera brillo y venga mate; es decir, ropa funcional y práctica que despeje dudas ante el armario. Bien, hasta ahí, estupendo. Pero, si no estuviéramos inmersos en una crisis que ha dado la vuelta al calcetín consumista, ¿Isabel Marant sería de la misma opinión?.
Se define como anticonsumista, pero como toda hija de vecino tiene sus contradicciones. «Las asumo, aunque a veces me tortura. Porque existe un aspecto casi psicológico en la moda que me interesa. Cuando me siento como una mierda, lo que más puede animarme es comprarme un vestido nuevo. Eso no quita que opine que hay que consumir de manera razonable y comprar lo que uno necesita». Es bien cierto que a Isabel Marant la inmensa mayoría la conocemos por «empresa interpuesta»; o sea, por las copias que de sus colecciones hace Zara, que para eso está. Ahora ha realizado una colección para otra gran cadena de distribución, H&M: «Lo he hecho como un gran regalo a toda esa gente que me escribe diciendo que le encanta lo que hago pero que no se lo puede permitir». Sobre las copias dice que lo que más odia de que la plagien es la banalización que se hace de sus diseños.
A Coco Chanel le encantaba que la copiaran. Si me copian será buena señal, era su filosofía. Isabel Marant también sorprende con su manera de ser discreta y modesta. «No entiendo por qué tendría que ser pretenciosa o egocéntrica. Los diseñadores sólo hacemos ropa. No hemos revolucionado el planeta y no vamos a salvar el mundo. Nunca he entendido por qué hay tanta gente odiosa y pedante en este sector. Intento ser accesible a imagen y semejanza de lo que diseño». Estas palabras la engrandecen, quizás porque muchos diseñadores de tres al cuarto se han subido a una parra inexistente. Yves Saint Laurent decía, sin embargo, que la moda no es un arte, pero para dedicarse a ella hay que ser un artista. Isabel Marant no se considera una artista pero, ¿cómo se llama ahora a tener a los mercados más exigentes, el asiático y el estadounidense, entregados a su causa? ¿Su causa? Bajar del pedestal a esa moda que ha vendido una imagen irreal de la mujer. Ni todas queremos aparentar tener quinces años cuando en el DNI hay más de «taitantos» ni a todas nos gusta ir llamando la atención. En fin…
2 comentarios
Ay, me refiero a Clara Guzmán.La leo desde que estaba en ABC. ¿Por qué los periódicos se deshacen de la gente que escribe bien y que sabe de lo que escribe? Si alguien me lo puede contestar, agradecida de antemano.
Siempre digo que esta mujer dice muchas cosas cuando escribe. Las que escribe, las que insinúa y las que se calla. Ole y ole. Saludos desde el otro lado del Atlántico.
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